cincuenta y tres

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Le pone el micrófono en la mano, no le importan mucho los ojos extraños que los observan sobre el pequeño escenario, pero le importan los de Rubén, esos mieles que tienen algo de insistencia tras los iris. — Cantas bien. — repite, sonrisa inmensa y un micrófono en su propia mano. — No estés nervioso.

— No lo estoy. — responde en tono exasperado, pero si lo está, tocar el violín o el piano es una cosa, pero cantar ante tantas personas... él ni siquiera es bueno cantando. — Cállate.

Rubén se ríe, una risa sincera y limpia que se apenas se escucha por los parlantes, pues la música de fondo ya ha empezado, es una melodía que Samuel conoce, aun así, necesita mirar la pantalla que muestra la letra, pues siente que se le ha olvidado cada mísera sílaba de esa canción.

Listen, baby — empieza Samuel, sintiendo la mirada del peliblanco sobre él. —, ain't no mountain high, ain't no valley low, ain't no river wide enough, baby. — canta, girándose para mirar a Rubius, quien le sonríe antes de empezar a cantar.

If you need me, call me, no matter where you are, no matter how far. — ninguno tenía pronunciación perfecta, pero tampoco era que les importara mucho.

Don't worry, baby. — continúa Samuel, Rubén se acerca a él, micrófono en mano y una inmensa sonrisa plasmada en los labios para cuando continúa con la canción.

Just call my name, I'll be there in a hurry, you don't have to hurry.

Comparten una risa mientras la canción toma un ritmo más rápido cuando cantan al unísono, mirándose el uno al otro. — 'Cause, baby, there ain't no mountain high enough, ain't no valley low enough, ain't no river wide enough, to keep me from getting to you, babe.

Mangel y Lolito gritan desde su mesa mientras la canción sigue, sonriendo al ver a Rubén riendo finalmente, y volteando el teléfono cuando una nueva llamada de Auron aparece en la pantalla. Incluso Frank parece divertido, el rostro manchado por la salsa de las alitas y evitando mirar a Alejandro y David de pie tras la barra, quienes charlan en susurros mientras Fargan le sonríe con dulzura.

— Te dije que vendría. — dice el bartender, manteniendo un brazo alrededor del pelinegro, quien aún se mantiene algo renuente a la idea de que Samuel salga con su amigo. — ¿No estás feliz?

El pelinegro mira al chico a su lado, los ojos brillantes y una sonrisa tonta que adora, así que termina por suspirar. — Bueno, está aquí, ¿no? — murmura. — Y nosotros teníamos un trato.

— Ay, que lindo eres. — dice Fargan con voz melosa, besándole el rostro repetidas veces, Alejandro se ríe, tratando de apartarlo. — Sé mi novio, ¿sí?

— ¿Qué?

— Sé mi novio. — insiste, demasiado seguro de sí mismo, el pelinegro, ojos muy abiertos y corazón descontrolado, asiente avergonzado.

— Vale — susurra, dejándose besar el rostro una vez más. —, solo porque me gusta el bar. — Fargan ríe también, mientras continúa besándolo con dulzura.

La canción termina, las pocas personas allí aplaudiendo mientras el par en el escenario se sigue sonriendo entre sí, ninguno de los dos nota que Mangel está grabando un vídeo de ellos cantando para cuando Rubén le abraza, sonriente, Samuel le devuelve el abrazo.

Y la miseria, esa que viene y va, desaparece.

Desaparece con un simple abrazo, tras una canción mal cantada y sonrisas interminables.

Samuel y Rubén piensan que quizás la canción que acaban de cantar tiene una parte que encaja en ellos: "Recuerda el día que te liberé, te dije que siempre podías contar conmigo, a partir de ese día hice un voto: estaré allí cuando me quieras."

Sin miseria, sin soledad, solo ellos dos.

.

— Mueve el culo, Paco. — insiste Lolito, el nombrado se ríe, deslizándose un poco más en el asiento. — Hala, venga, mi niña. — Mangel por poco tiene que sentarse en las piernas de su pareja, pues no hay suficiente espacio para que las cuatro personas quepan en el asiento trasero del auto de Guillermo.

El conductor los mira desde el asiento del piloto, evitando reírse, Samuel sentado a su lado se mantiene callado, mirándolos también. — ¿Estáis todos listos? — inquiere el peliblanco cuando la última puerta se ha cerrado.

Fargan y Alex se han quedado en el bar, pues el mayor debe cerrar y hacer algo de limpieza, y su pareja se ha ofrecido a ayudarlo, así que el resto del grupo se marcha en el auto de Guillermo.

— Cantaron muy bien — dice Frank de repente, y antes de que nadie más pueda decir algo, continúa. —, aunque un beso habría estado mejor.

El auto se queda en silencio por un momento, Guillermo escondiendo una risa al presionar los labios, mientras Samuel se pone rojo a su lado, finalmente es Rubén quien termina riendo, estirando una mano para tocar el cabello negro del copiloto. — Samu no quiso.

— Me puso nervioso el público. — bromea, haciendo reír al peliblanco a sus espaldas, quien aparta la mano de su cabello un momento después.

El viaje fue corto, Rubén fue el primero en quedarse, más tarde Mangel y Lolito en el mismo lugar, y, finalmente Staxx. Guillermo conoce perfectamente el camino a la casa de Samuel, así como conoce a su madre, así que lo deja una cuadra más atrás, evitando que el sonido del motor pueda llegar a despertar a la mujer.

El pelinegro camina rápidamente la cuadra restante, manos en los bolsillos e increíblemente feliz al recordar la noche que ha pasado, con Rubén abrazado a él, cantando juntos, con las manos en el cabello y aquella sensación de casi haberle besado, y sonríe, suspira tan tranquilo como si no se hubiese escapado de casa.

Al girar en la esquina de su cuadra, al levantar la mirada, el corazón se le detiene en el pecho y la felicidad se disuelve para convertirse en un montón de nervios cuando ve las luces de su casa encendidas.

m i s e r y -rubegetta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora