diescisiete

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- No, gracias, no quiero oírlo. - interrumpe, volviéndose al piano una vez más, pero Rubén suspira, como si estuviese preparándose para echarse a llorar. 

- Era un día lluvioso, - empieza con tono teatral. - y un pequeño niño de cabello blanco hacía lo que cualquier otro niño peliblanco haría: hundirse en su desdicha.

- Primero, ¿qué niño es peliblanco? - interrumpe Samuel. - Segundo, ¿qué niño se hunde en su desdicha? Y tercero, ya te dije que no quiero oí~

- Pero entonces... - continúa Rubén, con una mano sobre el pecho, mientras Samuel entorna los ojos. - descubrió una vieja grabadora en el sótano, así que la encendió y descubrió una música graciosa, nadie cantaba, y sonaba tan desdichada como un niño peliblanco que se hunde en su miseria. - explica el bailarín, hace muecas tristes y exageradas cada tanto. - Y lo único que pude hacer fue... bailar, y bailé y bailé, y nunca me detuve, porque ese es mi destino: no dejar de bailar nunca.

Rubén termina su historia, inclinando la cabeza, como si estuviese cerrando una escena de alguna obra.

- ¿Y qué hacías en el sótano? - pregunta Samuel, volviendo a tocar otro par de teclas.

- ¿Me estás jodiendo? ¿De todo lo que te conté eso es lo único con lo que te quedaste? - inquiere, luciendo ofendido, el pelinegro de encoge de hombros.

- Un pequeño Rubén Doblas que estudia ballet en un sótano cuando era muy pequeño, eso es algo interesante. - murmura con una sonrisita burlona.

- Admites que soy interesante. - salta el peliblanco, sonriéndole también, Samuel bufa, tocando una suave melodía antes de volver a hablar.

- Admito que sería muy divertido ver eso. - termina por confesar, y comparten otra mirada, cómplice, porque, aunque no son amigos, son un par de tontos.

m i s e r y -rubegetta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora