sesenta y uno

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Auron parecía distraído, los dedos se oían torpes en las cuerdas de la guitarra y Samuel fue el primero en darse cuenta. A veces olvidaba lo odioso que podía llegar a ser su oído, pero notó cada una de las notas que Auron erró. Quizás en parte era porque el chico le incomodaba solo con existir.

Se disculpó una y otra vez cuando los errores empezaron a ser más seguidos, y, al final de la clase, parecía más frustrado que distraído o avergonzado.

— ¿Y tu novio? — inquiere Frank mientras Samuel guarda su guitarra, la palabra llama la atención de Auron, quien les mira al instante.

— No vino hoy. — responde Samuel, ignorando la mirada del pelinegro. — ¿Alex no te ha dicho nada de él? No está respondiendo mis mensajes.

— No he visto a Alejandro — murmura, dedicando un vistazo a Auron con mala cara. —, y... qué cotilla.

Samuel mira a Auron, y él le mira de vuelta. — ¿Se te perdió algo?

A Frank le causaba especial gracia lo directo que era Samuel, pero a Auron pareció mosquearle más de lo debido, pues se erigió enseguida, el ceño fruncido y la mirada fija en los ojos violetas del contrario. — Estoy empezando a cansarme de ti.

— ¿Se te perdió algo? — repite Samuel con expresión confusa.

— Mi mejor amigo. — responde, cambiando su ceño fruncido por una sonrisa incómoda. — Es tu novio, ¿no?

— No es de tu incumbencia. — termina por contestar Samuel, la misma expresión tranquila, aunque quiere partirle la cara.

— De hecho, me incumbe más a mí que a ti. — refuta el pelinegro, un par de personas se han quedado de pie en sus lugares, mirándolos con curiosidad. — Yo no quiero solo tirármelo.

— Es tu mejor amigo, ¿no te da asco hablar así de él? ¿Tan poca decencia tienes? — inquiere con expresión de asco, no entendía que era lo que Rubén veía en ese tipo, que mierda le había encontrado en primer lugar para ser su amigo, y luego para enamorarse de él.

— Por favor — masculla el guitarrista con la superioridad tiñendo su rostro. —, no te creas la gran cosa, eres solo una apuesta barata.

La expresión de Samuel no tambalea, aunque su corazón se siente pequeño durante un momento, como si un pinchazo le estuviese atravesando todo el pecho, no quiere darle el gusto a Auron de sentirse mal, no quiere darle la gratificación de sentirse superior.

— Eres patético.

Auron esboza una sonrisa más grande, autosuficiente porque sabe que le ha afectado, quizás no ahora, pero luego se dará cuenta, luego sabrá a lo que se refiere y toda su ilusión, todo lo que siente por Rubén se irá por el drenaje. Y así de fácil, Rubén volverá con él.

Samuel levanta la guitarra sobre su hombro, colgando el bolso en su espalda y caminando fuera del salón, lejos de Auron y del grupo de sus compañeros que ahora empiezan a cuchichear sobre la discusión, Frank sigue a paso rápido a Samuel, quien parece echar humo por las orejas a cada mínimo movimiento.

.

Despierta porque tiene demasiada hambre, son alrededor de las diez de la mañana, pero se siente mucho más descansado, la casa está tan silenciosa que casi le hace sentir miedo. Tal y como su madre dijo, el desayuno le espera en la cocina, un vaso de zumo de naranja y unas tostadas de tomate.

Se sienta, dejando el teléfono a un lado del plato, y, sosteniendo un poco de valor en su pecho, lo enciende mientras da el primer bocado. Las notificaciones hacen que la pantalla se quede congelada un momento.

Las llamadas perdidas y los mensajes finalmente hacen acto de presencia ante sus ojos, los nombres aparecen casi como una lista de su grupo social: Auron, Alex, Mangel, Lolito, Samuel, e incluso Luzu.

Continúa masticando mientras los mensajes van apareciendo durante las horas en las que estuvo dormido, la mayoría de mensajes son de Auron, de como deberían verse para hablar, de como todo estará bien entre ellos pase lo que pase, de lo mucho que lo necesita, de lo difícil que es todo sin él.

Luego le siguen los de Samuel, un mensaje largo pidiéndole perdón por marcharse de manera tan abrupta, preguntándole si pueden hablar, luego asegurándose de que esté bien y, finalmente, un audio de poco más de medio minuto. Rubén lo reproduce mientras bebe del zumo.

Primero se escucha el piano, en esa melodía que Samuel creo para él, para el concurso, y, de repente, la voz del músico, suena avergonzado para cuando empieza a cantar: "... with simple songs I wanted more... perfection is so quick to bore...".

A Rubén le pareció que era lo más hermoso que había escuchado nunca.

m i s e r y -rubegetta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora