siete

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- Así que voy a tener que participar, ¿no es grandioso? - murmura, con el ceño fruncido, Fargan se apoya del otro lado de la barra, limpiando copas con un retazo de tela.

- Anda, que es una buena oportunidad, una beca en esa universidad es algo bastante grande. - alenta el mayor tras la barra, volviendo a mirar en dirección a la puerta rápidamente.

- ¿Y tú a quien tanto esperas? - inquiere Samuel, girándose para observar la puerta también.

- Se enamoró de un chiquillo que vino ayer. - responde con sencillez Guillermo, sentado a un lado del pelinegro. - Canta muy bien, eso hay que dárselo.

- Y es muy mono, parece hecho para llevarlo en el bolsillo. - continúa Fargan, mirando la puerta una vez más. - Pero no estoy seguro de que venga hoy.

- Anda ya, no me digas que te quieres enamorar. - se burla Samuel, el contrario suspira.

- ¿Bromeas? - se queja. - Un chico con una voz como esa podría partirme el corazón diez veces y le agradecería.

A pesar de que era encantador, y las personas cercanas a él, pensaban que Samuel era amable, la verdad era que le costaba mucho hacer amigos, tenía solo a ese par que de una u otra forma se las habían arreglado para involucrarse en su vida; aun así, Samuel no era muy abierto con nada de lo que quería, mucho menos con lo que sentía, pero Willy y Fargan sabían que el solo pensamiento de enamorarse no entraba en la mente del pelinegro.

- Algún día - empieza Guillermo, con una sonrisita burlona. - va a llegar alguien y te vas a enamorar, entonces estarás jodido.

- Claro que sí, - se mofa el pelinegro. - es más, está a punto de atravesar esa puerta. - continúa, girando en dirección a la entrada del lugar.

- ¡Si vino! - exclama Fargan en un susurro, cuando observa al grupo de chicos entrar, Samuel entorna los ojos en cuanto ve al peliblanco con el que había hablado en la academia.

"Que gracioso", piensa para sí, "las coincidencias que uno tiene".

m i s e r y -rubegetta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora