cincuenta y seis

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Auron no había respondido a sus mensajes en todo el día, lo cual no le había importado demasiado pues Samuel parecía más que feliz de responderle, le había ayudado con unas cuantas preguntas sobre un cuestionario de melodías clásicas, y se había dormido bastante pronto.

Llegó tarde al instituto al día siguiente, y estuvo a punto de perder su asistencia, pero el día transcurrió normal. Quería ver a Samuel, no lo había visto desde el karaoke, y por algún motivo le apetecía invitarle a comer en su mesa, así que tomó sus cosas un par de minutos antes de que el timbre sonara, y se apresuró a llegar al edificio de música.

"en qué salón estás?" preguntó en un mensaje rápido.

Samuel miró el teléfono, evitando que su maestro se diera cuenta de que estaba tecleando una respuesta corta, aunque quizás fue la sonrisa tonta la que lo delató, pues el maestro llamó por su apellido.

Cuando el timbre sonó en todo el instituto, Rubén ya estaba de pie en el pasillo, esperando frente a la puerta, Raúl lo vio desde el salón, soltando un suspiro cansado que, en realidad, escondía una sonrisa, que se le borró instantáneamente cuando observó a Samuel delante suya acercándose hasta el peliblanco, quien le sujetó el brazo para caminar junto a él.

— Vaya cara tienes — dice, Samuel entorna los ojos, sonriendo. —, ¿dormiste mal o te metiste coca?

— Bueno, un poco de ambas. — bromea, mirándolo con curiosidad. — A ti te veo algo mejor, ¿no?

— Dormí bien. — contesta con sencillez. — ¿Vienes a sentarte conmigo en la cafetería?

Samuel asiente, si antes estaba encantado con Rubén, después de haber cantado con él, después de que la miseria se hubiese desvanecido de su sistema, la palabra "encanto" le quedaba corta, aún con las consecuencias de haberse escapado.

Mangel y Lolito parecían demasiado felices al verlo, Alex le ofreció un poco de su jugo de manzana, y Rubén se sentó junto a él, sonriendo mientras tomaba un par de papas fritas de su plato. — ¿Por qué no llegaste a clase ayer? — pregunta el peliblanco de pronto, Samuel le mira un instante antes de empezar a juguetear con la bolita de papel que había hecho con la envoltura de su cupcake.

— Bueno, me quedé dormido — miente, evitando mirar a Rubén, sentía, en el fondo del pecho, que al verlo, no podría mentir con tanta facilidad. —, resulta que tengo el sueño muy pesado.

— Pero, tío, si volvimos a la una de la madrugada, es bastante pronto. — continúa el bailarín, Samuel ha apartado un poco las patatas fritas hacia un lado para que Rubén las pueda alcanzar con más facilidad.

Alejandro los mira, la forma en la que Samuel hace pequeñas cosas por Rubén quien ni siquiera se da cuenta, la manera en que Rubén, siempre parece tener el cuerpo apuntando hacia Samuel, como si fuese una brújula y el músico el Norte, y se permite sonreír también.

— Yo duermo a horas decentes, Doblas — dice sin mucha presión el pelinegro. —, no a media madrugada.

— Jo-der, que viejo acabas de sonar.

El mayor suelta una risa, negando quedamente con la cabeza. — Ay, claro, porque tú eres tan joven.

— Me llevas un año completo, claro que estás viejo.

Samuel se sienta un poco más recto, evitando tocar el respaldar de la silla, su expresión cambia un momento antes de volver a la conversación. A Rubén le toma un momento responder, mirando con curiosidad la rectitud de su postura, y como está sentado el músico, pero supone que es algo suyo, alguna manía que no conoce.

Y, sin querer, al volver a verlo, lo primero que ve, son sus labios de color rosa, aparta la mirada instantáneamente, respondiendo con aire nervioso y mejillas ligeramente teñidas de rojo.

m i s e r y -rubegetta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora