treinta y cinco

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— ¡Luzu! — exclama, la mochila se resbala de su hombro y tiene que acomodarla rápidamente para poder alcanzar al castaño que camina por el pasillo, junto al pelinegro que lleva el estuche de su guitarra al hombro. — Hola — saluda al llegar a su lado. —, perdona que no te haya llamado al final mi teléfono murió y no lo pude encender.

— Oh, está bien. —responde él, dedicándole una sonrisita. — Yo tuve que salir también, así que no hay problema.

— ¿Te apetece quedar hoy? —propone, pero el castaño niega, buscando con la mirada a su amigo.

— No puedo —se excusa. —, estaré ocupado por lo que queda de semana, perdona.

Los ojos de Auron se toparon con los violetas entonces, lo miraban como si fuese un simple insecto a punto de ser aplastado por su zapato. A Raúl no le gustó la sensación.

Quizás a Samuel no le agradara él, o la relación que tenía con su amigo, no por eso significaba que tenía que meter mierda entre ellos, porque seguramente era lo que estaba haciendo.

— ¿Seguro que está todo bien? — insiste, volviendo a mirar al castaño, quien asiente quedamente.

— Llegamos tarde, Borja.— interrumpe el ojivioleta, y aunque Raúl quiere decir algo, el nombrado le dedica un "hasta luego" bajito antes de continuar con su camino.

Auron se queda allí, algo ofuscado, siente el brazo sobre los hombros cuando Rubén llega hasta él, apoyándose sobre su costado.

— ¿Y? — apura al llegar a su lado.— ¿Qué pasó?

— Creo que a tu noviecito le gusta el mío. — masculla.

El peliblanco frunce el ceño, mirando las espaldas de ambos chicos caminar juntos por el pasillo. — ¿Cómo?

m i s e r y -rubegetta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora