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Rebe entró al castillo, todo estaba en completo silencio, como era habitual y se sintió realmente sola, las horas en compañía de Ander ni siquiera las había sentido, estando con él se sentía bien, habían compartido muchas cosas en el ultimo mes, le había contado casi todo de ella, y podía comportarse como se le diera la gana, estando con Ander se sentía menos sola, pero ahora sentía que la soledad era nuevamente su única compañía.

Rebe estaba por salir del vestíbulo cuando la puerta principal se abrió y su madre y Marina entraron al castillo.

- Que bien - dice la reina al ver a su hija - ya estás aquí - se acerca y besa su mejilla - esta noche hay una cena importante, solo la familia y si es obligatorio

- Pfff. - Rebe deja salir su desagrado

Su madre pasa por su lado y camina en dirección a su despacho, Marina le sonríe a su cuñada intentando ocultar la angustia en su rostro, la cual no pasó desapercibida para la pelinegra.

- ¿Estás bien? - le pregunta a la pelirroja

- Si es solo... tengo las tetas hinchadas de leche, necesito amamantar a tu sobrino - medio miente

- ¿Puedo acompañarte? - pregunta - ese gordito es lo único que me hace sentir bien

Marina quería negarse, esa noche sería una muy importante para ella y quería estar a solas con su novio y su hijo, pero al ver la desesperación en el rostro de Rebe no pudo decirle que no.

La princesa estuvo en compañía de su hermano mayor quien le pidió disculpas sinceras, las cuales ella acepto, compartió con Nano y Marina hasta que "su gordito" como había apodado a Felipe se hubo dormido en sus bazos.

Marina aprovecho la oportunidad y entró a la ducha, necesitaba refrescarse, las cosas estarían a punto de cambiar una vez más y estaba completamente abrumada, pensaba en su hijo ¿llegaría a verlo crecer? las posibilidades eras escasas, se sentía tonta al seguir imaginando un futuro con Nano porque sabía que todo podría salir mal en la operación o incluso antes, cuando empezara con la radiación.

Nano solo tenía ojos para Marina, quien ya había salido de la ducha y se encontraba en su tocador dándole forma a sus rizos, envuelta en su bata de seda, con las mejillas sonrosadas y los labios de rosa natural, Nano se acerca a ella y la abraza por la espalda, sus miradas se encontraron en el reflejo del espejo y por primera vez en el día se sonrieron.

- Recuerdo como si fuera ayer la primera vez que te vi - dice Nano

- ¿Sí?

- Por supuesto, fue en la cabaña - admite

- ¿Qué, no fue en mi puesta de largo? - pregunta Marina ya que ella pensaba que esa era la primera vez que se habían visto

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Nano llevaba media hora esperando a Samuel, aquel día había llegado temprano desde Cambridge, se había tomado unos días de descanso, la semana que venía sería muy ajetreada pues tenía que volver y rendir los exámenes correspondientes en la universidad.

Nano estaba pensando en llamar a Samuel, cuando como si lo llamase con el pensamiento, atravesó la puerta de la cabaña, pero no venía solo, estaba acompañado por una chica, una pelirroja despampanante.

Nano no pudo quitarle los ojos de encima y para ser sinceros no era al único al que le había llamado la atención, ya que Marina venía riendo a carcajadas estruendosas, llamando la atención de todos los presentes, mientras Samuel la grababa con una cámara.

Realeza del siglo XXIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora