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Sábado 8:45

El sol apenas estaba alumbrando en el horizonte, los únicos despiertos eran los sirvientes quienes preparaban el brunch para festejar el cumpleaños del príncipe Samuel, quien había dejado en claro que quería algo íntimo y nada pomposo u ostentoso.

Carla y Samuel yacían dormidos en la gran cama de sábanas blancas, la tenue luz del sol que se colaba por entre las cortinas realzaban las siluetas de sus cuerpos, aún uno cerca del otro. Carla llevaba despierta unos minutos, pero en vez de levantarse, decidió quedarse en la cama observando el rostro dormido de Samuel, su mente contrastaba sus recuerdos y su presente, podía recordar el rostro de Samuel cuando eran más adolescentes, su rostro era cálido y suave, ahora su rostro era más definido con un mentón firme y si pasaba la yema de sus dedos por su barbilla podría sentir su vello facial, sus cejas seguían siendo las mismas, al igual que su nariz y sus pestañas.... sus pestañas seguían igual de largas.

El sol alumbro un poco más y las cortinas no fueron capaz de retener un nuevo rayo de sol que se colaba hacia la habitación llegando de llego en el rostro de Samuel y Carla quien era su principal espectadora pudo vislumbrar como habría sus ojos cafés y no pudo contener su sonrisa.

Samuel le sonríe completamente feliz de tenerla ahí a su lado, repitiéndose una y otra vez que lo de anoche no había sido un sueño.

- ¿Me estabas espiando? - pregunta Samuel con su voz ronca y adormilada mirando los profundos ojos verdes de Carla

- Que va - suelta la chica sonriendo aún más, pero quedándose quieta para seguir admirando la claridad de la mirada de Samuel - no te hagas ilusiones....

- Me las hago - dice Samuel acercándose mucho más a su acompañante - no todos los días me despierto con un ángel al lado

Carla estuvo a punto de reírse ante el "piropo" pues parecía uno de los que Guzmán se sacaba de debajo de la manga cuando Lu estaba molesta con él, sin embargo, se mordió la lengua y no dijo nada, para así disfrutar de la cercanía de Samuel.

Sin preguntar Samuel acortó la distancia entre ellos, posando sus labios sobre los de Carla, aquél beso no era como los que habían compartido en los baños del Barceló, era lento, tierno y lleno de suspiros, Carla se sentía en las nueves, no recordaba la última vez que la habían besado de aquella manera, sentía sus latidos despertar frenéticos en su pecho, sentía como su piel se iba erizando a medida que sus labios buscaban a ciegas el dulce tacto de los labios de Samuel, llenándose por completo cuando sentía como él la besaba como antes, como si nada hubiera cambiado.

Ese simple roce que se convirtió en un tierno beso que pasó a ser algo más, algo que ambos necesitaban, algo que no sabían cómo decir con palabras. Sus miradas se encontraron y ese destello que los caracterizaba hizo acto de presencia, ambos sabían lo destructibles que podían llegar a ser, sabían que después de esas miradas no había vuelta atrás, estaban atrapados en un laberinto en el cual ninguno de los dos quería buscar salida, o al menos, no por ahora.

Las manos de Carla acariciaron los brazos desnudos de Samuel, acariciándolo con el rose de sus uñas, Samuel se inclinó sobre ella, he inhalo su cálido aroma, sus manos recorrieron el costado de la rubia debajo de él, causando que Carla se retorciera de ansiedad, hasta que sus miradas se volvieron a encontrar y sus labios se volvieron a encontrar.

Los besos fueron subiendo de intensidad, así como el calor de sus cuerpos, cada lenta caricia era como si les quemara la piel, cada beso era una tortura que no hacía más que avivar la tentación de sus cuerpos. Sin aguantar mucho más Carla alejo el cuerpo de Samuel de ella, quién la miró un poco abrumado.

Carla contemplo su mirada confundida sonrío con malicia, mordiendo su labio inferior fue abriendo poco a poco cada uno de los botones de su pijama, dejando al descubierto sus pechos, Samuel se sentía el ser más afortunado del planeta y de la galaxia entera, frente a él, estaba la chica que siempre había amado desvistiéndose para él, vio atónito como las manos de Carla viajaban por su propio cuerpo, quitándose cada prenda hasta quedar solamente con una bragas blancas. De manera torpe y ansiosa Samuel se deshizo de su ropa quedando a la par con ella. Los ojos de Carla recorrieron el cuerpo de Samuel y se dio cuenta de que allí tenía otra diferencia muy notoria, su cuerpo estaba completamente trabajado, sus brazos, su torso incluso el bulto que ocultaba en sus calzoncillos.

Realeza del siglo XXIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora