Capítulo 39

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"La humanidad siempre ha tenido miedo de las mujeres que vuelan. Ya sea por brujas o por libres..."

~Jacub Rozalsky

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Octubre 18 del 2012

Roma, Italia

Khloe

Calor.

Sofocante como el demonio.

Mi cabeza punzaba con cada respiración y el ambiente caliente e insoportable que hacia mi cuerpo sudar no ayudaba en nada. Tuve que levantar los parpados de mala gana para notar que el sol pegaba justo de mi lado de la cama, gracias a que los rayos de un sol asesino se filtraban por las ventanas.

—Mierda—maldije sentándome en la cama y llevando una mano a mi frente, la cabeza me palpitaba como síntoma de una gran resaca que seguramente arruinaría mi día.

Estaba entre confundida y adormilada, sin saber exactamente donde me encontraba. Hasta que me percaté del estado en el que estaba, al igual que toda la habitación.

Corrijo, mi día ya está más que arruinado.

Peor, cuando me vi desnuda.

La respiración se me cortó de golpe.

Esta vez maldije en todos los idiomas, sentando mi adolorido cuerpo por completo. Pasé las manos por mi rostro, sacudiendo el cabello como si así se me fueran acomodar las ultimas neuronas vivas que me quedaban y que al parecer no sirven nada, más para impulsarme a cometer estupideces.

A veces soy tan idiota...

Suspiré entrecortadamente, observando el desastre que era la habitación; almohadas, sábanas y una botella de vino vacía estaban tiradas en el suelo al igual que mi ropa, desde aquí podía ver mis bragas colgando de una lámpara de inestable equilibrio. En la mesita ubicada a un lado de la cama yacía una pequeña bolsita de cocaína abierta y unas líneas blancas casi inexistentes junto a esta.

Justo cuando no pude caer más bajo.

Un olor a alcohol y sexo me hizo arrugar la nariz, el cuerpo me aullaba de dolor con cada movimiento que hacía para levantarme de la cama e ir directo al baño. Las manos y piernas me temblaron como gelatina, presa del pánico que iba creciendo desde mi estómago y se extendía por el resto de mis huesos, creando inestabilidad al verme en un escenario del que estaba segura no quería estar, pero de que igual forma llegué a él.

Oh, no. Por favor, no.

La había cagado.

Estando dentro, suelto un siseo de dolor cuando paso la yema de mis dedos sobre la horrible marca de una mordida en mi cuello, que fácilmente podría hacerse pasar por la de un zombi. Se había tornado de un color morado horrible y enfermizo que me provocaron náuseas de solo pensar en el causante de ella y los demás chupones que se extendían por mis pechos. De mi garganta casi se escapa un sollozo al observar mi reflejo frente al espejo del lavabo. Podía apreciar a una chica con marcas por todos lados. Marcas que me hicieron sentir como parte de ganado, siendo la propiedad de alguien. Marcas pudieron alertar a cualquiera y el cómo pasó no lo recordaba en absoluto. Todo lo ocurrido la noche anterior tenía un límite en mis memorias que me formó un nudo en la garganta, impidiendo que tragara correctamente.

Después de lavar mis dientes con un poco de crema dental y ayuda de mi dedo a la falta de un cepillo, abrí la ducha colocándola a una temperatura bastante fría que sería capaz de terminar por despertarme. A medida que cada gota se iba deslizando, que mi cabello se empapaba y pegaba a mi espalda, fue cuando pude terminar de asimilar todo. Alejando el shock del principio para dejarle espacio al enfado y la indignación.

Rojo Pasión [#1] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora