Capítulo 22

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"Te dije que toda destrucción era necesaria, que vivir era renunciar a todo lo que amábamos o necesitábamos. Te lo dice alguien que lo único que ha sabido hacer en su vida es destruirlo todo"

~Arthur Rimbaud.

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Khloe

Ella.

Sé quién es ella y a la vez no. No quiero aceptar que haya tenido algún tipo de conexión con el hombre frente a mí, quiero creer que es una mala broma y que lo que debo hacer es fingir demencia, pero seguir tapando el sol con un dedo solo empeora la situación porque es más que obvio.

El azul de sus ojos es idéntico a los de ella, con la diferencia de que son mas fríos, duros y llenos de tormento. Atraen con su color claro, uno que no puedes dejar de mirar ni aunque lo intentes. Desde que llegué aquí ha dejado más que claro lo mucho que me odia y ahora todas mis dudas han sido aclaradas.

Me odia porque tuve que ver con su muerte.

El corazón me late frenético debajo de mi pecho, mis pulmones están al borde del colapso y estoy a nada de caer en un acto de histeria que me pondrá a llorar.

Dios mío, dios mío, dios mío.

Ambos nos miramos directamente. Él, con dolor y resentimiento. Yo, con terror y culpa. Las sienes me palpitan y siento mis extremidades temblar.

¿Qué le digo? ¿Me pongo de rodillas y le pido perdón? No tiene sentido, no a estas alturas, cuando el daño estaba hecho y mi orgullo me lo impedía.

—Yo...

—No digas nada—me corta con brusquedad—. No quiero oír ninguna estupidez salir de tu boca, solo lárgate. No soporto verte.

Me esfuerzo por hablar, debo hacerlo quiera o no. Esto debe acabar aquí y ahora, dejar las cosas claras porque es obvio que es un tema que nos afecta y no estoy dispuesta a seguir en esta batalla constante con él, ya no.

—No voy a irme.

—Entonces lo haré yo.

Voy detrás de él cuándo empieza a alejarse y tomo su brazo, un movimiento que no dura nada porque toma mi muñeca con fuerza y tengo que tragarme un quejido que amenaza con salir.

—No me toques—sisea con la mandíbula desencajada.

—Escúchame—insisto con el corazón en la garganta—. Por favor, escúchame y terminemos de aclarar todo.

—¿Aclarar qué? No hay nada de qué hablar ¡Nada! —ruge con sus dedos alrededor de mi muñeca, apretándola al punto de casi romperla.

Las venas de su cuello se marcan, respira como un toro y me mira igual que un depredador. Nunca lo había visto tan molesto y colérico. Hablar de ella fue como si hubieran tocado un interruptor que sacó a la luz, tal vez, su peor lado.

—Aclarar sobre lo que pasó con Leah.

Pronunciar su nombre empeora todo. Siendo un error garrafal cuando su mano viaja de mi muñeca a mi cuello y me empuja hacia el ventanal, causando que suelte un quejido por el dolor en mi cabeza y toque su brazo en un intento inútil de apartarlo.

—No tienes derecho a pronunciar ese nombre—dice con los dientes apretados a unos milímetros de mi rostro—¡No te atrevas a nombrarla de nuevo, maldita, porque te mataré!

Algo se enciende en mí, siento como el rostro se me calienta por la furia al tenerlo cerca, gritándome y amenazándome cuando no le tengo miedo, cuando yo también soy capaz de hacerle daño tres veces peor del que pueda llegar a hacerme.

Rojo Pasión [#1] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora