Rojo Pasión [#1] ✓

Capítulo 48

"Tú y yo somos tan iguales que parece que salimos de la mismísima puta mala idea"

David Sant

*****

Blake

Olvidaba los dolores de cabeza que me provocaba ese par con el simple hecho de abrir la boca.

¿Quieren que hable con la loca? Bien, hablaré con ricitos de oro. Si estoy tragándome la cólera para no tomar el camino de regreso, es porque hablar con ella me volverá más cercano, que es lo que nos conviene. Si fue capaz de esconder el regalo de ellos, no quiero imaginar que otras cosas no podemos ver.

Hay que mantenerla vigilada, más que de costumbre.

Sin contar el peso sentimental que carga su mera existencia ahora que se de donde viene.

Su vida es una puta mentira.

Después de lo que me dijeron, tengo ganas de zarandearla.

Ahora que puedo pensar bien, con más calma solo, las piezas en mi mente están encajando. El rompecabezas va tomando forma con cada viaje al pasado. Los pequeños detalles que antes no notaba están cobrando sentido si se le presta la suficiente atención.

En ningún universo imaginé que esto pasaría.

Jamás.

Hasta donde sabía, ella no existía.

Exhalé al cielo como método para dejar de darle vueltas. Llevo nueve horas con el mismo temita y si dejo de pensar en eso, probablemente me ahorre una jaqueca. Han corrido siete minutos desde que estoy frente a la sala de entrenamientos, viéndola desenvolverse con otros agentes. Se mueve de aquí para allá, aunque noto que, a diferencia de otras ocasiones, hoy no sobresale en ninguna lucha. Es raro. La he buscado en lo que, se supone, es mi día libre y William, como si leyera mis pensamientos, me ha dicho que ha estado entrenando desde temprano.

Ni he pensado en la excusa que tendré que poner cuando me vean aquí.

Parezco un chiste.

Estoy entre quedarme o irme, porque aún sigo molesto con ella.

Mantengo una expresión neutra cuando se percata de mi presencia cuando todos se retiran al comedor.

Puede que ella no lo sepa, puede que no disimule lo suficiente o puede que este imaginando cosas donde no las hay. De alguna manera, fue difícil describir lo que sentí al presenciar como su expresión, preocupantemente sombría, se iluminara como luces en navidad. Los parpados se alzaron con sorpresa y el verde de sus iris se llenó de vida, antes de que se transformara en una mueca de soberbia donde se permitía alzar una ceja.

Eran gestos que ya había visto anteriormente, en otra persona.

Es verdad lo que me dijeron de ella.

Es idéntica a Iván.

—Vaya, que sorpresa tenerte aquí—cruza los brazos apenas me acerco—. ¿Vienes a darme otra amenaza, sargento?

Respira profundo, no te descontroles.

—Debemos hablar.

—¿Para qué? Ambos sabemos que no será una conversación solamente. Me vas a amenazar como siempre haces y yo te seguiré insultando como un camionero enojado—suspira con desgana tomando una toalla que utiliza para secarse el sudor de la frente—. Es nuestra rutina y, realmente me está cansando.