Capítulo 43

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"Ten cuidado en quién confías. El diablo antes de ser diablo fue un ángel y Judas antes de ser traidor fue discípulo"


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Diciembre 09 del 2017

Seattle

La noche es fría, serena y silenciosa. Carga misterios, secretos, palabras y acciones que no deben salir a la luz. Es como compararla con una caja fuerte, muchos mortales la utilizan para esconder aquello que no se puede dejar ver durante el día. He de ahí el hecho de que es el escenario perfecto para cometer los actos más viles, usando la madre noche como arma para atacar a quien son más vulnerables cuando ella llega.

Nadie ve, oye o siente.

No hay testigos, ni culpables.

Ellos se esconden entre las sombras.

Las pieles chocaban entre sí, brillando por las gotas de sudor, causado por el calor del deseo carnal. Moviéndose en una danza primitiva bajo la música de los gemidos y suspiros que salían de sus bocas. Estaba mal, pero ellos lo disfrutaban. ¿Qué importaba si lo hacían o no? Cuando nadie los veía ni sabían quiénes eran. Porque la oscuridad no lo permite, esconde nombres, omite la verdad y oculta el engaño.

El clímax llegó para ambos, alcanzado por su punto más alto, se permitieron unos segundos para recuperar la capacidad de respirar y pensar con raciocinio.

La conexión se cortó.

El calor desapareció.

Pasaron de ser dos amantes que sucumben ante lo prohibido a dos simples extraños con intereses en común.

El hombre, apenas estabilizó su respiración, se hizo a un lado de la chica y sin darle una segunda mirada, terminó de por levantarse de la cama directo a buscar su ropa.

—¿Ya te vas? — susurró ella con una chispa desilusión. Admiraba su espalda ancha, dónde un tatuaje de serpiente se enrollaba en su torso. Ha ella le gustaba verla y deseaba poder acariciarlo, pero él nunca se lo permitía.

—No creíste que me iba a quedar ¿Verdad? —dijo sin expresión, tapando para desgracia de la joven, el animal hecho en tinta con la camiseta de uniforme.

«Cierto, tienes a alguien que te espera en casa» pensó ella recordando porque él estaba ahí en primer lugar. No eran nada serio, durante años la rutina era así, rara vez se quedaba más tiempo.

—¿Sigues haciendo lo que se te ordenó? —continuó sin detenerse a verla—. Ojalá que todo marche bien, no necesito repetirte dos veces lo que va a pasar si cometes un error.

De sus labios finos salió un suspiro. Con la lucidez intacta, sin estar retenida por sus fuertes brazos mientras la poseía, ese sentimiento de culpabilidad se estaba volviendo pesado en su estómago, creando nudos difíciles de deshacer.

—Si el sargento Johnson se entera que he estado cambiando los resultados de Smith, me matará.

Su acompañante se permitió soltar una risa nasal.

—Ella es demasiado blanda como para ponerte una mano encima—aclaró casi burlándose—. Y no tiene porqué saberlo. No lo hará a menos de que tú se lo digas. Dudo mucho que seas tan estúpida para decírselo.

Apretó los labios en disconformidad. A veces, cuando dejaba de pensar en ella, se preguntaba cómo podía hablar de alguien así.

—Nunca me has dicho las razones por las que hacemos esto.

Rojo Pasión [#1] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora