Rojo Pasión [#1] ✓

Capítulo 49

"Esa batalla entre lo que quieres, pero no debes, entre lo que sientes y tienes que ocultar, y entre lo que amas y termina por matarte"

~Elena Poe

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Blake

Hay una creciente ola de pánico que aparece cuando pasa todo frente a mí de una manera abrupta.

No lo pensé dos veces en tomarla en mis brazos, con la intención de llevarla a la clínica a toda velocidad, pero los dos soldados que estaban cerca habían actuado rápido y uno corrió hacia mí, mientras que el otro salió disparado pidiendo ayuda.

Ambos la acostamos en el suelo, observando cómo se agarraba la garganta buscando aire desesperadamente y jalaba mi chaqueta. Siento náuseas. Odio ver como todo pasa frente a mi como un puto borrón que no me deja procesar lo que sucede. Su cara con cada segundo que pasaba se tornaba más blanca de lo que ya era, parecida a la de un fantasma que amenaza con arrancar mi corazón por el dolor que aparece observando la escena.

Mantén la calma, joder, mantén la calma.

—Khloe, Khloe—la llamaba dando palmadas suaves en su mejilla—. Respira, por favor. Respira.

Niega con la cabeza con lágrimas en los ojos, su mueca llena de horror hace que lo sienta como si lo viviera en carne viva. 

—N-no puedo…—jadea en medio de un sollozo—. N-no puedo hacerlo…

Tiene que hacerlo. Ella tiene que respirar.

—Está demasiado pálida—dice el hombre a su lado con preocupación—. Los vi tranquilos a unos metros ¿Qué pasó?

Eso mismo me lo pregunto yo. 

¿Qué carajos pasó? 

—Ella comía, nada más. No entiendo...

Me detengo mirando cómo sus ojos, cuyas pupilas dilatas hacen desaparecer el verde de su iris, se van cerrando y el agarre en mi camisa se afloja.

No, no, no, no.

La comida.

—Revisa el sándwich.

—¿Qué?

—¡Revisa el maldito Sándwich! —ladro perdiendo la paciencia, a lo que obedece tomando el pedazo de pan que la muñeca había soltado. De inmediato, regreso mi atención a ella, que parece perder la conciencia un poco más a cada segundo—. Hey, Khloe... Khloe, no cierres los ojos ¿Me oyes?

Ella lo único que hace es jadear, bajando la intensidad así mismo que su cuerpo iba perdiendo fuerza.

Por favor, no cierres los ojos.

Tarde.

Demasiado tarde.

—¿Muñeca? —vuelvo a palmear su mejilla, manteniendo su cabeza alzada con mi otra mano en su nuca—. Muñeca, despierta. Despierta, nena. ¡Reacciona!

Verifico que este respirando y aunque lo hace, es débil.

Muy débil.

Juro que no quiero perder el control, pero verla casi muerta en mis brazos está causando estragos en mí que no puedo evitar.

Se ve marchita.

Como una flor a falta de agua.

La culpa me invade.