Capítulo 16

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"Me llama su ángel, pero le gusta jugar con los demonios"

~David Sant

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Khloe

Me masajeo las muñecas notando como se van tornando de un ligero color rojo.

Resoplo. Aparte de idiota, animal.

Y me gustó. Me gustó sentirlo, que tomara el control y mostrarse dominante porque eso solo me incentivaba a seguirle provocando, en descubrir que tan lejos puede llegar. Limitar su paciencia era fascinante.

Pero ahora estaba frustrada porque le demostré lo mucho que me puso tenerlo detrás de mí, con su la dureza de su miembro pegado a mi trasero. Aun después de todo, me mostré débil por unos segundos que de solo recordarlo me hace querer arrancarme el cabello. En serio soy estúpida. Y no pude evitar sentirme aún más cuando lo vi irse sin decir ni una palabra y con una tensión que no se la quitaba ni Dios, dejándome confundida e irritada porque la presión en mi vientre causada por sus movimientos no había desaparecido desde que me soltó.

Miré hacia arriba y solté una maldición en ruso.

Había una cámara en la cabina.

Lo que faltaba.

No podía creer lo que acababa de hacer. Después de lo idiota que ha sido Blake conmigo, con sus actitudes de mierda, su evidente desagrado hacia mí y comportamiento que al final del día me deja alborotada y confundida. Todo eso para que el final esté restregando mi trasero contra su erección, gimiendo su nombre cuando apenas y me había tocado. En efecto, mi dignidad murió de la misma forma en que termino la última temporada de Dexter.

Lo más estúpidamente posible.

La próxima vez que me vean en ese estado, me dan con la silla. Por favor y gracias.

Por poco y rio. No hay atracción, dijo.

Y yo soy familia de Nicholás II.

Malhumorada y con el humo saliéndoseme por las orejas, me encaminé a la base en donde estaban las habitaciones, cruzando el puente que conectaba ambos edificios, base y cuartel, notando por la pared de vidrio que ya era de noche y que perdí la noción del tiempo allá adentro. Sintiendo incomodidad en cada paso por la humedad en mis bragas.

Estúpido sargento amargado y estúpida yo también.

*****

—Disculpen mi ignorancia, pero... ¿Qué hacemos aquí?

No tenía un buen presentimiento, para nada. Estamos en la enfermería y no se la razón, no me la han dicho y eso hace que desconfíe más.

—¿Se lo digo o no se lo digo? —cuestiona Andrew a Amelia.

Los miro expectante, esperanzada de que alguno de los dos me dé una pista. La general no estaba y Phillipe había ignorado mis preguntas al apartarse para hablar algo con la doctora. Lo cual me llevaba a estar aquí sin tener idea de porqué.

—No se lo digas—responde Amelia—. Que lo descubra por ella misma.

—Eres mala—hago un puchero con falsa tristeza.

Rojo Pasión [#1] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora