Rojo Pasión [#1] ✓

Capítulo 61

“Nunca digas que amas a alguien si nunca has visto su ira, sus malos hábitos, sus creencias absurdas y sus contradicciones. Todos pueden amar una puesta de sol y la alegría, solo algunos son capaces de amar el caos y la decadencia “

~Mario Vargas Llosa

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Febrero 19 del 2018

Khloe 

Tatuajes.

Únicos.

Hermosos.

Y suyos.

Ubicados en el pecho, las piernas y los brazos. No son muchos, no para ser exagerados, pero están ahí, decorando su cuerpo de forma hermosa. Están tan bien elaborados, creados de manera original y cuyos significados, por más simples que sean, quiero saberlos. Descubrir las razones que los llevaron a su creación.

Ahora tengo la oportunidad.

—¿Qué edad tenías cuando te hiciste el primero?

Trazo de forma distraída con mi dedo la pulcra caligrafía que se ubica bajo su clavícula.

“Μηδὲν ἄγαν”.

Un escrito que no logro entender debido al lenguaje que me es desconocido. Griego tal vez. Sus manos grandes apresan mi cintura con delicadeza y la acaricia con distracción. Está sentado sobre mi cama, estando yo parada en medio de sus piernas mientras detallo cada centímetro de su torso desnudo. 

—Diecisiete. Y ya no está.

—¿A qué te refieres con que no está?

—Era un tatuaje muy feo y vergonzoso—frunce los labios —. Te doy un consejo… Nunca te hagas uno estando borracha o terminarás con un consolador tatuado en el brazo.

Abrí los ojos con exageración y, sin poder evitarlo, una carcajada brota de mi pecho y no suena para nada delicada.

—¿En serio hiciste eso?

—Tuve que usar una manga durante una larga temporada hasta cumplir la edad suficiente como para hacer otro mucho más grande que lo cubriera—dice mirando su brazo y lo mueve, ese mismo donde está el tatuaje del árbol. Su ceño está fruncido debido al desagrado que le provoca recordarlo y la mueca incrementa mis carcajadas —. ¿Podrías dejar de burlarte de mi?

—Nunca—rio lanzándole un beso sin pensarlo dos veces—. Debí haber visto semejante obra de arte. Seguro era más hermoso que el que tienes ahora, aunque… Imagino que no fue del agrado de tus padres.

—No creo que les hubiera importado—se encoge de hombros—. Murieron cuando recién cumplí los quince.

Mi sonrisa muere.

—Oh—carraspeo—. Yo…

—Pero ¿Sabes quién lo odió apenas verlo? Mi abuelo —se ríe, aunque no hay nada gracioso ahí —. Quiso que lo borrara de inmediato. No lo hice. Era horrible, no lo niego, pero era un experto en llevarle la contraria.

—No se llevaban bien ¿Eh?

—Nunca terminamos por entendernos —admite negando con la cabeza —. Por mi parte, siempre lo vi como un extraño. Era muy distante.

Tarareo sintiendo como es su piel bajo mi tacto. Calidad y suave, desprendiendo un aroma masculino; sudor, menta y frescura que lejos de ser asqueroso, funciona bastante bien.