Rojo Pasión [#1] ✓

Capítulo 30

"El destino cometió un error contigo, tenías que haber nacido muerto, yo corregiré ese error"

~El padrino

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Junio 29 del 2017

Palermo, Sicilia

Soledad.

Le permitía meditar, relajarse y estar en paz. A él le gustaba. Mientras se deleitaba recibiendo los rayos de sol que iluminaban su cabello canoso, tomando una copa de ron con hielo en su mano izquierda, esa que siempre se servía para acompañarlo con el almuerzo. Escuchaba las gaviotas pasar por encima de su casa, el hombre admiraba como volaban hacia el mar, ese mismo que podía ver con solo voltear la cabeza.

Paz y tranquilidad lo rodeaban, abrazándolo con el reconforte de una manta caliente. Aun así, algo no andaba bien, lo sentía en sus huesos viejos llenos de experiencia adquirida con los años, crecía y se formaba con el tiempo. Esperando el momento justo para explotar.

Quería ahuyentar los pensamientos. Todo estaba perfecto para él. Los negocios iban bien, cada vez se hacía más poderoso, ganaba influencia en casi todo el mundo, la organización estaba en la palma de su mano. Era el máximo líder, el capo ttu di cappi⁵ de la Cosa Nostra.

Eso lo hace sonreír de medio lado. Estaba satisfecho, pero quería más. E iba a conseguirlo.

«Todo este país está en la palma de mi mano» pensó llevándose la copa a la boca, era lo único que hacía. Pues ese día, había ignorado por completo el plato servido sobre la mesa ubicada en la terraza y fue directo a la bebida «Controlo todo, lo sé todo y maldito sea aquel que piense lo contrario» dejó escapar una corta risa antes de empinarse un trago de ron y hacer una mueca. A ese paso, terminaría matándose.

La idea lo hizo ponerse sombrío de repente.

—Aún no...—susurró para sí mismo, moviendo la copa de forma circular. Los hielos tintineaban—. Aún no.

Justo cuando las palabras salieron de su boca, escuchó pasos sobre el piso pulido, cortando con todo tipo de pensamiento desviado y volteó la cabeza para encontrarse con su hijo, que caminaba con paso suelto hasta llegar a él.

—Ya estás peor que un alcohólico— comentó el hombre tomando asiento frente a él y se quitó los lentes de aviador que llevaba puestos—. ¿Debería decirle a Nina que esconda las botellas de ron?

—¿Es así como saludas a tu padre? —no pudo evitar alzar una ceja—. No has terminado de llegar y ya andas regañándome.

—Ah, perdona ¿Quieres un beso? —hizo un amago de levantarse—. Porque puedo hacerlo.

—Mantén esas manos alejadas antes de que te las corte, muchacho— alejó con falso repelús que se convirtió en una media sonrisa al escuchar la corta risa del chico—. ¿Qué tal el viaje?

Se quedaron callados cuando Nina, la señora del servicio, llegó con un vaso de agua, que anteriormente había pedido el hombre nada más llegar. El calor a esas horas del día lo tenían sudando y la ropa formal que llevaba puesta no ayudaba mucho tampoco.

—¿Desea algo más, señor Ángelo? — preguntó amablemente la mujer.

—No gracias, Nina. Retírate—la despidió con un gesto y volvió a su padre empleando un tono indiferente—. Normal, como las veces anteriores, fui al Golden para distraerme un poco antes de volver y vi a Spencer— alzó las cejas en su dirección y agregó: —. Dice volver.