Clara era una chica de dieciséis años que acababa de empezar Bachiller. Su nuevo instituto estaba muy lejos de su urbanización y para llegar a él tenía que coger un autobús cada mañana, pero los horarios eran muy malos y, para poder llegar a tiempo, tenía que coger el 27, que le dejaba una hora antes.
Al principio, cuando se enteró de que todos los días tendría que estar una hora esperando, se enfadó mucho, pero descubrió un pequeño bar en el que empezaría a desayunar todas las maña- nas. Allí, cada día se tomaba un café bien cargado para empezar el día con energías, mientras estudiaba o terminaba los ejercicios que no le había dado tiempo a acabar el día anterior debido a la multitud de tareas extraescolares a las que estaba apuntada.
Esa hora, que al principio le parecía eterna, se convirtió en su aliada y en una herramienta útil para poder sacar el curso adelan- te. Todos los días tenía la misma conversación:
-¡Alejandro!
-¡Marchando un café cargado para la señorita, como siempre!
-¡Qué bien te lo sabes! Ja, ja, ja -reían juntos.
Una mañana empezó a ocurrir algo extraño. Cada vez que Clara iba a pagar, el camarero le comentaba que un joven la había invitado. Clara, al principio, no creía a Alejandro porque era un bromista, pero el chico, de veinte años, le juraba que él no tenía nada que ver, y le confesó que era cosa de aquel misterioso chaval que cada mañana se iba del bar en cuanto Clara llegaba y con el que se cruzaba en la puerta, aunque nunca llegaba a verle la cara.
A la invitación del café se empezó a sumar que cada lunes apa- recía un clavel rojo en la mesa en la que Clara se sentaba cada día.
Al principio, el hecho le molestaba, pero al final, con el paso del tiempo, la joven se empezó a intrigar... ¿Quién era el misterio- so admirador del clavel y el café?
Tres meses después, un lunes, el autobús de Clara llegó quince minutos antes de lo normal, ya que siempre llegaba con retraso. Como cada mañana Clara se acercó al bar, pero en vez de entrar, se quedó observando desde fuera, y allí desveló el misterio: Ale- jandro estaba dejando el clavel en la mesa de Clara. La chica entró por sorpresa y Alejandro se sobresaltó:
-¡Alejandro! ¿Eras tú...?
-Yo... Lo siento, Clara...
-Pero ¿por qué? ¿Y lo del clavel?
-Clara... Soy un cobarde por no haberme atrevido a decirte lo
mucho que me gustas. El primer día que te vi, llevabas una cha- queta que tenía un clavel bordado en un bolso y era lunes...por eso, cada lunes te regalaba un clavel, para agradecerte lo feliz que me hace desde entonces poder disfrutar de tu sonrisa.
Y así fue, con un clavel y un café, como comenzó la preciosa historia de amor de Clara y Alejandro.Amara
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Un libro y un café
RomanceUn libro y un café es un libro de microrrelatos organizado por Everest y Starbucks. Es un libro escrito por todos los seguidores de Canciones para Paula y amantes de la literatura juvenil romántica. Descubrirás historias divertidas, inolvidables y l...