Café y lluvia. Un comienzo especial

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Aquella tarde lluviosa, ella salía a pasear como de costumbre, no le importaba mojarse, es más, incluso parecía que sonreía más de lo normal caminando bajo la lluvia, con su gorro de la lana y sus botas negras. Era una chica con el pelo castaño, revuelto, una cara diferente y unos ojos verdosos que me encantaban. Sé que se llama Lili, lo leí un día en alguna hoja del bloc que lleva siempre encima. Me encanta. Cruzaba la ciudad con el bloc bajo el brazo y se sentaba en esa cafetería.Todas las veces que yo la había visto -que no eran pocas en los últimos cuatro meses- se sentaba en la misma mesa, la nueve; yo procuraba sentarme cerca, la ocho, la diez... Me llamaba la atención, me gustaba mirarla, una chica peculiar.
Entraba en la cafetería mojada, abrazada al bloc, se sentaba en su mesa y pedía, en verano un café con hielo y en invierno uno grande con leche. Podía pasar allí horas, un rato lo pasaba con la mirada perdida, mirando una hoja vacía del bloc u observando a la gente; más de una vez habíamos tenido algún divertido cruce de miradas.
Llovía, era jueves y yo, como siempre, salía de casa a tomarme un café y escribir un rato, me gusta pasear bajo la lluvía, más en esta época cerca de las Navidades, entre luces y adornos.
Parado bajo uno de los tejaditos, a unos metros de la cafete- ría, estaba él, ese chico; Edu, había conseguido enterarme de que se llamaba hacía unas semanas, hablando con unos amigos. Era mono, sí, además lo veía todas las tardes. Aunque no te gustase al principio, le pillabas el punto a medida que lo veías día a día.
Era alto, moreno, con un par de mechones de pelo sobre los ojos; esos ojos marrones tan especiales llamaban mucho la atención. Él entraba en la misma cafetería que yo, se sentaba cerca y pedía siempre un café grande con leche con mucha espuma, era gracioso mirarle cuando daba los primeros sorbos y le quedaba un bigote de espuma.
Al día siguiente no apareció. Era muy raro: esperé y esperé, pero Lili no apareció, me extrañó mucho. En ese momento me di cuenta de que una tarde sin verla después de tanto tiempo lo cambiaba todo, ¿podría ser que me estuviese haciendo dependiente de ella?, ¿de verla delante ese café, de mirarla escribir?
Me tomé mi café y me fui. No, no era lo mismo sin ella.
Me fui a casa y, por una vez en ciento veintiséis días que calculé llevabamos entrando los dos en aquella cafetería todas las tardes, me planteé hacer algo, acercarme a ella, algo tenía que hacer.
Hoy no pude ir a tomarme el café, mañana tengo un examen final y mi madre me obligó a quedarme en casa, cómo se nota que es mi madre, no coló ni que me iba a la cafetería a estudiar...
No lo vi, hoy me falta algo, un café y un chico. Mañana me escapo sí o sí. Esto no es normal, me voy a empezar a preocupar.
Son las seis menos cuarto, no le puede quedar mucho para llegar, están vacías nuestras dos mesas,y si hoy tampoco viene, me voy a volver loco... Hoy hago algo.
Por fin, ahí viene, las seis menos cinco, los diez minutos más largos de mi vida. Hoy reacciono.
Me ha mirado directamente, hemos tenido un cruce como esos de las películas. ¿Habrá estado ayer, como yo, alterada por no verme?
Edu, no alucines, ¿por qué se iba a fijar en ti? Como mucho, te tiene como un psicópata que la vigila todos los días... Esto no es normal.
Después de un rato mirandola, habíamos tenido más encuentros de miradas de lo normal, me levanté para ir al baño, tenía que pasar al lado de su mesa, bajé la vista a ver si leía algo de lo que tenía escrito. Justo cuando estoy empezando a leer, alguien pasa a mi lado y me empuja.
-¡Huy! ¡Lo siento, lo siento, lo siento! -me empujó un niño pequeño, perdí el equilibrio y con la mano le di a su café, que se derramó por media mesa, llegando incluso a manchar su bloc.
-No pasa nada, tranquilo, solo se manchó un poco el cuader- no, solo era un café -¡era él, era él! Lo tenía delante...
-Qué mal, lo siento, de verdad, te invito a otro, apenas lo habías empezado. No acepto un no, te tiro el café y te mancho el bloc... es lo menos que puedo hacer -quién me iba a decir a mí que tendría una oportunidad así, y por casualidad.
-Bueno... no hace falta, pero si insistes... Siéntate si quieres - lo tengo al lado, me va a invitar a otro café, tarde completa.
Me invitó a ese café. Charlamos. Sí, se llama Edu, tiene dieci- nueve años y es perfecto, ¡me encanta! Pasamos toda la tarde ha- blando, estudia fotografía, comparte piso con unos amigos y tiene un perro.
Después de toda la tarde, me gusta más todavía, tiene dieciséis años, tres menos que yo, pero no me importa, es... no sé, diferente, especial. Está en el instituto, escribe una especie de diario, pero como un libro, quiere estudiar Bellas Artes... Me encanta. Te mira a los ojos, intimida un poco, otra de las cosas que la hace especial.
Mañana quedamos otra vez. A las cinco aquí, espero que se repita muchas más veces.

Antius

Un libro y un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora