Café con leche sin azúcar

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Él se mira en el reflejo y no se reconoce. Parece un imbécil. Ya debería haberlo superado. Hace meses que ella le había dejado.

«… La vida es un camino que yo quiero seguir, el amor es un río por el que quiero fluir…».

Sonríe amargamente. Cierra los ojos. Sale del baño. La vida debería ser la letra de una canción.

«… Éramos extraños partiendo de un viaje, nunca pensando en qué iba a pasar…».

Ella sonríe inconscientemente. Esperando a que él vuelva con sus amigos. Siempre escogen la mesa seis. Siempre. Su amiga le indica que la escuche, que no le está prestando atención. Ella asiente.

Antes tenía novia. Ahora cree que no. Ya nunca los han visto juntos. No quiere perder la oportunidad. Enamorarse silenciosamente y romper ese amor por imposible es algo que no puede permitir.

Él avanza hacia la mesa. Los chicos empiezan a reírse. Hablan. Una discusión, una suspensión, la hermana de alguien. Él, completamente abstraído, finge reírse de algún comentario.

«… Nunca nadie me dijo que te iba a encontrar, ahora estoy sorprendido de lo que le has hecho a mi corazón...».

Ella se levanta. Aparenta querer ir a la barra. Cruza la sala. Llega cerca de su mesa. Dos metros les separan. De repente, un chico del grupo se levanta rápidamente de la silla y la golpea hacia atrás. Ni siquiera se disculpa. Ella pierde el equilibrio. Cristales rompiéndose. Él la sujeta con rapidez y firmeza con un brazo.

«… Cuando yo perdí la esperanza, tú estabas allí para recordarme que ese era el comienzo…».

Él mira la taza que se ha caído al suelo. Genial. Ahora tendrá que pagarla. Y todo por culpa de ella. Los labios de él se separan de un leve tirón, con intención de retraer a la chica. La mira. Ella. Le sonríe. Es guapísima. De repente, ese café ya no es tan importante.

«… Ahora aquí estamos, sin miedo al futuro, al principio contigo…».

La cafetería de la esquina

Un libro y un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora