Ocho y media de la mañana.
Irene abre vagamente los ojos, sin ganas, deseando ver en el reloj que todavía tiene una hora más para disfrutar del placentero sueño. Vuelve a cerrarlos y en cuestión de tres segundos se incor- pora rápidamente.
-¡Mierda! -prácticamente sale volando de la cama y corre ha- cia el armario. Coge sus vaqueros favoritos, los mismos que odia su madre-. ¡A ver cuándo dejas de ir como si fueses una pobre, que tienes dinero para comprarte unos pantalones sin agujeros!
Está harta de tener que escuchar siempre los mismos sermo- nes. Irene vive en una villa muy bonita, era la casa de un burgués. Su padre tiene una importante empresa que cotiza en bolsa y su madre es una importante abogada. El dinero sobra en esa familia, aunque a Irene no le importa mucho, ya que sus padres pasan la mayor parte del tiempo trabajando fuera de casa, mientras ella y su hermano Miguel se quedan cuidando el uno del otro. En reali- dad es al único al que considera verdaderamente como familia y al que quiere con locura; igual tienen esa conexión especial porque son mellizos.
-¡Miki, te pillo la moto, que si no llegaré tarde a la academia! -Miguel baja las escaleras corriendo.
-No puedes, manina, se la dejé a María ayer para que pudiese levantarse más tarde para ir a la uni.
-¿Qué? Vaya mierda... -sale dando un portazo y oyendo de fondo a su hermano: «¡No digas tantos tacos!».
Otra vez volvía a llegar tarde, y todo por culpa de que María tiene la moto, qué asco le tiene... Está deseando que lo deje con su hermano de una vez.
Cómo no, le tocará coger autobús y llegar corriendo, casi sin aire, para tener que escuchar otra vez la charla de su profesora de repaso sobre la puntualidad y lo importante que era cuando ella era joven. ¿Es que en su época la gente no se quedaba dormida?, porque diría en casa que necesitaba refuerzo en cálculo de 1.o de Caminos.
Baja del autobús entre perdones y empujones y nada más pisar el suelo de la calle, echa a correr como una desesperada, con el bolso puesto de bandolera y la carpeta con todos sus apuntes y cálculos hechos días antes. Gira la esquina de la calle y, cuando se da cuenta, está tirada en el suelo, lo único que ve son muchísimas hojas volando por los aires.
-¡Mierda!, todos mis apuntes y ejercicios de clase... Ahora sí que voy a llegar tarde... -mientras se incorpora, oye que alguien le dice:
-No deberías decir tantos tacos; después de todo, la víctima he sido yo.
Irene levanta en ese momento la mirada y ve a un chico como dice Sandra, su mejor amiga, «de toma pan y moja». Alto, more- no, con ese pelo sin peinar que a ella tanto le gusta y, lo mejor de todo, con una funda de guitarra.
-Bueno, podrías ayudarme, que después de todo, la que se excedía en la velocidad eras tú -Irene ve en él una sonrisa perfec- ta, con unos dientes perfectos y unos ojos en los que antes no se había fijado, pero que, con la luz del sol, tenían un color verde precioso. En ese momento reacciona y se acuerda de la profesora de la academia y de que llegaba tardísimo ya.
Coge los apuntes rápidamente y se dispone a marchar cuando el otro chico le coge del brazo y le dice:
-Por lo menos me dirás tu nombre.
-Eh... Sí... Eh... Irene... -sin dejar esa sonrisa bobalicona que se le había quedado pegada en la cara. Dios mío, qué guapo es... y qué sonrisa... y yo llegando tarde. En ese momento, justo ese momento y sin dejar de sonreír fue cuando dijo la frase en la que empezaría toda esta historia.
-Veo que todavía estás un poco dormida, anda, te invito a un café.
Dípica Kinésica
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Un libro y un café
RomanceUn libro y un café es un libro de microrrelatos organizado por Everest y Starbucks. Es un libro escrito por todos los seguidores de Canciones para Paula y amantes de la literatura juvenil romántica. Descubrirás historias divertidas, inolvidables y l...
