Una noche especial

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Esto era el 31 de diciembre: faltaban pocas horas para que se acabara el año, y María estaba sola en un bar con un café y sin planes.

¡Cómo podía ser que María, la chica más popular del instituto,no tuviera planes! Le daba hasta vergüenza.

Pero las cosas estaban a punto de cambiar, porque tres horas antes de las doce el chico más guapo del mundo, con el que siempre había soñado pasar una noche y que había conocido gracias a comprar café en el supermercado, la llamó. 

Toda nerviosa, descolgó el teléfono y tartamudeando, contestó.

Quería que pasara esa noche con él; por supuesto, dijo que sí. Tenía una hora para ponerse alguna cosa bonita. Fue entonces cuando comenzó a sacar todo el armario y encontró un vestido precioso que hacía poco que se había comprado. Se lo puso y comenzó a peinarse, se planchó el pelo y por delante se dejó unos tirabuzones muy bonitos.

Faltaban pocos minutos para que llegase Javier, estaba muy nerviosa, no sabía qué tenía que hacer, si darle dos besos o solo decirle «hola». Fue entonces cuando sonó el timbre. Ella, toda contenta, abrió y le dio dos besos. Javier, sorprendido, le dijo que estaba preciosa, y a María se le subieron los colores, no estuvieron mucho en casa de María, solo unos cinco minutos.

Una vez llegaron a la casa de Javier, María abrió la puerta y se quedó boquiabierta: estaba toda la casa con velas y pétalos de rosas, era todo muy romántico.

María se sentó en el sofá mientras Javier sacaba de la nevera un tarro de helado de fresa, su preferido. Se sentó junto a María y le dio una cuchara, comenzaron a comer, entre cucharada y cucharada, se echaban unas cuantas risas, hasta que llegaron las doce menos cuarto; entonces Javier sacó doce bombones, María le preguntó que por qué bombones y no uvas, entonces Javier se puso a reír y le respondió que porque los bombones eran más dulces y más especiales que las uvas.

Ella se volvió a sonrojar.

Comenzaron a sonar las campanadas y Javier no paraba de mirar a María, y María a Javier; una vez que se acabaron las campanadas, se abrazaron y sus labios quedaron a pocos milímetros unos de los otros, entonces ocurrió. Sus labios se juntaron y por más que pasara el tiempo no se separaban. Los minutos pasaban, hasta que María se separó y se puso a llorar, Javier no sabía qué hacer y le preguntó qué le había pasado, que si había hecho alguna cosa mal; ella le respondió que no, que solo estaba triste porque para él solo sería un rollo de una noche y que no significaría nada más, en cambio para ella sí que significaba algo.

Él sonrió y le dijo que no, que lo que el sentía por ella era mucho más que un rollo, que si la había invitado era por algo.

Que él iba detrás de ella desde hacía meses y nunca se había atrevido a decirle nada, hasta hoy.

Fue entonces cuando Javier se fue. María se sentó en el sofá y se quedó triste, hasta que Javier vino con un ramo de flores y le dijo que no quería que solo fuera un rollo de una noche, sino que quería que pasase toda la vida con ella, porque era la persona que amaba.

Entonces María, toda ilusionada, le dijo que ella también quería pasar toda la vida junto a él.

A partir de ese día, Javier siempre defendía a su chica y no se separaba de ella y así perdura, en el instituto son la pareja del año o, mejor dicho, del siglo, porque esta pareja tiene futuro.

Así son las cosas, simplemente por pedir ayuda para coger un simple paquete de café, puede acabar en una relación tan bonita.

Pauletta

Un libro y un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora