Mi cumpleaños

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Hoy es miércoles 8 de diciembre y, como no tengo instituto, he decidido venir al Starbucks de Sol o, como a mí me gusta llamarlo, Starstruck. Nunca entendí por qué asocio este lugar con esa película, puede ser porque me encantan las historias de amor.
Mi Frappuccino de vainilla está delicioso, me sienta genial en un día como hoy. Es mi cumpleaños, pero me apetecía venir a mi sitio preferido.
Oigo que se abre la puerta una vez más y cuando me giro, veo a un chico guapísimo. Me pongo a jugar con mi móvil intentando disimular.
De repente, veo una sombra encima de mí y, cuando levanto la cara, le veo a él. Está todo el café lleno, por lo que me pregunta si puede sentarse a mi lado. Yo decido asentir sin mirarle. Sigo jugando al juego de la serpiente en el móvil, me gusta mucho.
Al poco rato, cuando acabo mi Frappuccino, el chico sentado a mi lado me pregunta si quiero un café, quiere invitarme; por mucho que insisto en que no, aparece con dos cafés en la mano. Me sonrojo, no sé qué hacer en casos como estos, el chico es muy guapo y parece simpático pero yo... soy yo. Nunca me pasa nada extraordinario, ¿por qué iba a pasarme hoy?
Decido coger la leche y echarme un poco para poder dormir esta noche, me giro y le digo al chico:
-¿Quieres leche en el café?
A lo que él me mira y sonríe, tiene una sonrisa dulce que me encanta.
-Sí, quiero que mi café se ponga del color de tus ojos, color miel, son preciosos.
Me quiero morir, no sé si es cortesía o si quiere tener algo conmigo. Me fijo en sus labios, son unos labios carnosos y gruesos, unos labios deliciosos, unos labios dulces, unos labios tímidos.
Cuando me despierto de mi ensoñación, me doy cuenta que su nariz está tan cerca que roza la mía. Tengo la leche en una mano y la otra sostiene mi móvil, mientras que las suyas están en mis mejillas.
Mis ojos se clavan en los suyos y veo que son azules, me recuerdan a mi tierra, al mar que allí hay. Son preciosos, me encantaría sumergirme en ellos. Noto cómo él mira mis labios y, de repente, siento la necesidad de besarle, no sé por qué, pero lo necesito.
Antes de poder pensar en ello, se abalanza sobre mí y me besa. Es un beso delicado, dulce, tímido y pasional.
Cuando nos separamos, me mira, le miro, nos miramos, se acerca y me dice al oído: «Feliz cumpleaños». Y se va.
¿Qué ha sido eso? No lo entiendo, me he quedado anonadada. Miro a la mesa y veo un papel, lo abro y en él hay un número de teléfono.
Mañana mismo le llamo.

Anabeel (:

Un libro y un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora