Volver a casa tras una dura jornada de trabajo es reconfortan- te. Es uno de los mejores momentos del día, aunque disfrute mu- cho siendo periodista. Ya he dejado el bolso y el abrigo en su sitio, y he sacado la cafetera. Un café en estos momentos me despejará, ya que dentro de nada vendrán los niños del colegio. Voy al des- pacho en busca de mi carpeta, para estudiar más a fondo una entrevista que hice hace unos meses. Está justo donde la dejé, en la estantería del centro. Pero hay algo que me llama la atención. Un pequeño álbum llena mi mente de recuerdos. Por fuera, es- crito por mí en aquella época, se lee claramente: «Recuerdos de Paloma».
Decido abrirlo y mi mente se va. En la primera página aparece él, mi primer amor, el que me enseñó tanto y al que tanto he que- rido: Mario. Aún recuerdo nuestra historia.
Era mi primera semana en Periodismo, y aún no me situaba del todo en la universidad. Tras despedirme de mis amigos en cla- se, me fui hacia la cafetería. Me puse mi iPod y, sin darme cuenta, me tropecé con él. Mis libros se cayeron y, todo un caballero, me ayudó a recogerlos. Parecía la típica escena de comedia americana, lo admito. Aproveché ese momento para mirarle más fijamente. Llevaba puesta una cazadora de cuero negra de esas que siempre me han encantado, y más en chicos como él, que le dan un as- pecto misterioso y atrevido. Me dijo que había venido a visitar a un amigo -que resultó ser uno de mi clase con el que me llevaba bastante bien- pero que ya se iba. Mario estaba en segundo de Arquitectura.
Mientras mi mente no quería que ese momento terminara, me dijo que iba a llevarme a una cafetería que conocía de Madrid, donde servían los mejores cafés del mundo. Su moto era grande y negra. Siempre me apasionaron las motos, y al ir sentada detrás de él sentí como si volara por la velocidad a la que iba. Además, descubrí que su colonia me encantaba.
Llegamos al Starbucks y nos pedimos dos Caffè Mocca. Era la primera vez que probaba ese tipo, y me encantó. Creo que ha sido el café que más he disfrutado en mi vida, dadas también las circunstancias del momento. Estuvimos hablando sobre gustos y aficiones, compartiendo bastantes, para asombro de ambos.
Quedamos en reiteradas ocasiones y empezamos a salir juntos. El chico que conocí por casualidad resultó ser el hombre perfecto. Ver todas estas fotos me ha llenado los ojos de lágrimas. Me acuerdo perfectamente de cada instante, cada momento reflejado en ellas, como si no hubiera pasado tanto. Leo con cariño en mi mirada cada anotación que en su día escribí en ese pequeño álbum. Fui muy feliz en esa época, y lo he seguido siendo hasta
ahora, aunque se nota el paso de los años.
Sigo pasando las hojas, hasta que -casi acabando el álbum-
encuentro otras de unos cuantos años más adelante, preciosas también: el día de mi boda.
Llevaba un vestido blanco al que me acompañó a comprar mi mejor amiga de toda la vida, Almu. Y él, tan guapo como aquel día que lo conocí en la universidad, aparece con una cara de feli- cidad y esa sonrisa que me cautivó desde el primer momento. Le quiero demasiado -pienso en este instante-.
Cierro mi viejo álbum, y decido guardarlo con cariño en el mismo sitio en el que estaba. Quizás algún día vuelva a encon- trarlo por casualidad y me haga revivir esos bonitos recuerdos. Me acuerdo entonces del café que había puesto a hacer hace unos minutos. Lo saboreo, aunque no es comparable con el primero que tomé con Mario.
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Un libro y un café
RomanceUn libro y un café es un libro de microrrelatos organizado por Everest y Starbucks. Es un libro escrito por todos los seguidores de Canciones para Paula y amantes de la literatura juvenil romántica. Descubrirás historias divertidas, inolvidables y l...
