Un libro y un café

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Aquella tarde en la cafetería de la esquina, mis amigas y yo tomábamos un café y de pronto entraron ellos, los chicos «malos» del instituto, los que siempre nos molestaban. Por su culpa, más de una vez nos habíamos quedado castigadas después del instituto, pero eso no nos molestaba, eran tan guapos, sobre todo Borja, el hermano de Esther, mi mejor amiga, y el mejor amigo de mi hermana, Lucas. Él y yo siempre nos peleábamos, desde pequeños. Borja era el mayor, tenía un año más que su hermana, alto, rubio y con unos ojos verde mar preciosos; se acercó a nosotras, me miró y me dijo:

—Oye, tengo dos entradas para ir a ver a Dani Martín... ¿Te apuntas?

Me quedé alucinada, ya que hacía dos horas antes, en el «insti», le había dicho a Laura que quería ir a verlo, ¿cómo lo habría averiguado?

—No creo—le respondí con frialdad, levantándome de la silla–. ¿Por qué no se lo pides a Claudia? Por lo que parece, sois muy buenos amigos.

Me fui hacia la barra, lejos de mis amigas y de los suyos. Él me siguió para explicarme lo de Claudia, que iba diciendo que eran novios, cosa que él aclaró el otro día en la cafetería del instituto.

—¿Claudia... y yo... amigos? ¡Qué va! Si yo a esa la odio. Bueno, ¿te apuntas? Venga, es esta noche, tú y yo, imagínate los dos solos en el concierto...

—No sé, suena bien, ¿pasas a recogerme?

—Sobre las ocho y media; a ver si no tardas, yo llevo las entradas.

—¿Me puedo fiar de ti?

—¡Claro! —soltó entre risas.

Volví hacia la mesa y pregunté a las chicas:

—A ver, ¿quién se lo ha dicho?

—Nadie —soltaron todas a la vez.

Como no me lo iban a decir, iba a averiguarlo esa misma noche. Me fui a casa y empecé a arreglarme, me quedaban dos horas, me duché y, cuando salí y fui para mi habitación, me esperaba Lucas, sentado en mi cama. Yo le ignoré, como de costumbre, y me metí en mi vestidor, y me dijo:

—Conque ¿te vas? ¿Con Borja... a un concierto... de Dani Martín? ¿Lo saben mamá y papá? —me preguntó con esa voz que pone cuando quiere algo.

—No, no lo saben, se piensan que me voy a dormir a casa de Esther, cosa que no es del todo mentira... Como se lo digas, te mato.

—Vale, pero para que no se...

—Te doy mi paga de un mes —la corté, porque no tenía tiempo, ya casi era la hora.

Me fui, derecha a la moto del chico de mis sueños. Ahí estaba él.

Me fui, derecha a la moto del chico de mis sueños. Ahí estaba

él.

—Hola, qué guapa estás.

—Hola, gracias, pero me has visto así un millón de veces.

—Ya, pero hoy es diferente.

Sin decir nada más, subí a la moto y arrancó. Llegamos al concierto cuando empezó a cantar Dani; él me empezó a besar en el cuello, yo me giré. Le abracé y le susurré:

—Te quiero...

—Yo a ti, más.

Nos besamos durante todo el concierto, solo escuché la canción de 16 añitos. Cuando terminó, fuimos para su casa, entramos sigilosamente; en la escalera, nuestros caminos se tenían que separar, pero yo no quería llegar. En cuanto estuvimos arriba, me cogió del brazo y me llevó a su habitación, la cual no había visto más que una vez. Estaba cambiada. Me tumbó en la cama, encima de mí empezó a besarme por el cuello, sus manos se colaron debajo de mi camiseta, se quitó la suya, noté cómo mi pantalón se desabrochaba y lo hicimos, lo hicimos como si no hubiera mañana. A la mañana siguiente, abrí los ojos y estaba en su cama; me levanté, me vestí y le escribí una nota: «Te espero a las cuatro en mi casa». Le besé y me fui a ver a Esther, me puse el pijama y me metí en la cama que mi amiga me había preparado, esperé a que se levantara, se lo tenía que contar. Alucinó.

Tinkerbell

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