Encuentro bajo la lluvia

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Gotas de lluvia que, fundidas con sus lágrimas, formaban un manto de verdad, soledad y nostalgia… Caminaba sola, con las manos en los bolsillos y su mirada perdida, distraída en el quizás, en un ayer prisionero de su alma, no encontraba el motivo que permitiera a su corazón ver la claridad que, a pesar del manto negro del cielo, se podía hallar en su complejo interior. Caminaba, contando los pasos, cegada por el desamor, y de pronto, sin quererlo, se sorprendió observando los parpadeos incesantes y la sonrisa valiente de un joven que al otro de la calle, mientras leía un libro, bebía sorbito a sorbito de la taza que, con enorme delicadeza, sujetaban sus blancas manos. Se estremeció, y esta vez no era del frío, sin saber cómo sus pies se deslizaron sin pedir opinión hacia el fondo de aquel café, lleno de luz, de abrazos de magia, de los suaves susurros de una música que parecía estar llenita de lo que ella sentía.

Necesitaba, era una urgencia saber más de ese desconocido, de sus ojos, que se cruzaron más de una vez, que quizás, sí, ¿por qué no?... Se llegaron a acariciar los entresijos del alma, sus sonrisas bailaron a la luz de esa noche en la que el viento soplaba sin cesar, sin dar una tregua a tal volcán de emociones, dudas y sentimientos. Sin mediar palabra, él se levantó suavemente de la silla y, como cegado por el brillo de esa chica desconocida, se acercó hasta su pelo, la miró, se dibujaron el uno al otro horizontes de promesas en su piel, no podía perder el tiempo, sabía que esta vez sí era él… Lo invitó a navegar por las calles llenitas de nadie, por los parques de suspiros indecisos, por aceras de sueños de atardecer plagados al alba de sus valientes latidos, él no dijo nada… no hacía falta más… Recogió su libro, se anudó la bufanda al cuello, y suavemente murmuró a la niña que había encendido de nuevo sus cobardes y fracasadas ganas de amar: «Menos mal que llegaste, que encontraste mi huella entre cielos y mares, menos mal que tu calma amainó la marea de mi presente, estás aquí, caminemos, bailemos, rompamos las reglas, gritemos, seamos canallas, pisemos distancias, pero si es verdad que existes, que eres presente y en mis manos danzas, quédate, te eché de menos en tantos caminos, ahora, ahora no te vayas».

Luna

Un libro y un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora