La ilusión

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La noche era fría y oscura, tenebrosa, solo el aroma suave que inspiraba mi aliento daba un poco de luz a las sombras que se cernían en mi alma.

El día era la efímera vida y tras ella, la noche, sueños de lucidez del pasado ya vivido frente a una taza de café, para recordarme tal vez lo anteriormente vivido.

Ese desvelo que necesitaba era mi mayor aliado para recordar un amor aún no marchitado, engendrado por los dos en un tiempo no muy lejano.

Tu ausencia larga y angosta inundaba todo mi ser, sin apenas poder soportarla; cómo sentirme completa sin tener mi otra alma. Las dudas acudían a mí sin poder yo evitarlas, sin ser consciente siquiera de que tú también las notabas.

Esa fragancia desprendida me recordaba tanto a ti que no quería dormir, no quería olvidar entre sueños que eras tú y solo tú mi vida.

No recuerdo cuántos minutos, cuántas horas pasé sumida en las oscuridad de la noche, esa noche eterna y larga.

Mas de pronto, sin apenas percibirlo, sentí una suave canción, un débil tintineo de cascabeles lejanos, una puerta que se abre, unos pasos precipitados que se dirigían a mí sin yo esperarlos.

Y al levantar la vista de mi café ya ajado, vi tu mirada en la mía y sentí tu tierno abrazo, tus ojos posados en los míos, tu cuerpo entre mis brazos, y la noche se hizo día y tiernamente nos besamos.

Karola

Un libro y un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora