Un capuchino para dos

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Es Navidad. Todo está cubierto por un manto blanco. La gen- te, con regalos, pasa deprisa; todos corren, menos Juan. Él está parado enfrente de Tempo, una cafetería en la que Sofía servía los cafés más ricos de la ciudad. Pero ahora todo era distinto, Sofía no estaba, se había ido, de eso hacía ya un año. El peor año de su vida. Estaba nervioso, pero tenía que superar la muerte de Sofía, y la mejor forma era entrar en la cafetería, sentarse en el mismo sitio de siempre, tomarse un capuchino con mucha espuma y leer las Rimas de Bécquer, que tanto le gustaban a ella. Después de un suspiro y con el libro en la mano, decidió entrar. Todo le recorda- ba a ella; el olor a canela y vainilla; el sonido de la máquina de ha- cer café, que era el mismo que hace un año no soportaba y, sobre todo, su rincón, el sitio en el que siempre se sentaban y reían, sin ningún tipo de preocupación. Los recuerdos vuelven a su cabeza, no es capaz de olvidarla, se la imagina detrás de la barra; con su sonrisa y sus ojos brillando.
Apura sus pasos, quiere que esa pesadilla termine ya. Se sienta en el lugar de siempre y abre el libro, esperando a que alguien venga a tomar nota de lo que quiere pedir. Empieza a leer las ri- mas, una por una, despacio, no quiere terminar el libro. Desearía detener el tiempo, pararlo de golpe. Dejar de pensar, sin proble- mas, sin preocupaciones... pero con ella. De pronto, sus ojos se nublan, y no puede evitar que una lágrima se precipite en una de las páginas del libro. Coge rápidamente un pañuelo y seca el libro, no quiere que nadie le pregunte si está bien, porque está claro que no, no está bien, pero nadie puede devolverle a Sofía. Agacha la cabeza, escondiéndola en su bufanda. No puede salir de ahí, no quiere, tiene miedo. Solo una voz hace que levante la mirada, y ve a una joven de ojos verdes, que lo mira fijamente, es muy guapa. La chica le deja un capuchino con mucha espuma encima de me- sa. Ella, con una amplia sonrisa, le dice:
-Espero que te guste, supuse que sería de tu agrado.
Él se quedó mudo, esa chica era sorprendente. La chica des- apareció y lo dejó solo. Juan guardó el libro en su mochila, cogió la taza y, mientras bebía, miraba a esa chica misteriosa. Era la ca- marera que ocupaba el lugar de Sofía. Cuando Juan terminó su capuchino, cogió sus cosas con intención de ir a pagar a la barra, pero, sin saber cómo, Juan y esa chica chocaron, lo que provocó que Juan se manchara la camisa con café. Los dos se levantaron entre risas. Al fin, después de un triste año, alguien había conse- guido robarle una sonrisa. Así fue como los caminos de Juan y Ana, la chica misteriosa, se cruzaron. Comenzó una nueva histo- ria de amor.

Lua

Un libro y un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora