Un libro y un café

Invítame a un café

Hoy me atrevo. Seguro. Cuando consiga dejar de admirar sus manos blancas, con esos dedos largos. Nunca pensé que poner las tapas del café, que presionar los botones de esas máquinas pudiera ser un arte. Pero es que todo en ella tiene ese halo mágico: ese pelo brillante, esa sonrisa... Solo tengo dos personas delante. Empiezo a notar la presión en el pecho. Hoy tengo que atreverme. Llevo semanas viniendo a esta hora a por mi café porque sé que es su turno, y porque ese «buenos días, ¿qué te pongo?» hace que cada centímetro de mi piel se ponga en alerta, que mi corazón se pare y empiece a bombear de nuevo. Tengo que hablar con ella, saber cómo se llama, y sobre todo saber si un día podré estar con ella a este lado de la barra, si se tomaría un café conmigo.

Ya la veo. Hoy se ha retrasado unos minutos y he empezado a ponerme nerviosa. No puedo explicar por qué busco su presencia cada mañana, por qué su voz hace que mi mente vuele. Veo las cabezas que faltan hasta que sea su sonrisa la que me ilumine desde el otro lado del mostrador. La escucho pedirme el café y esas sílabas me acarician. Sus ojos brillan, y juego a imaginar qué piensa. Debería atreverme y proponerle tomar un café algún día juntos. Tengo la sensación de que tenemos más cosas que decirnos. Ya le va a tocar, y mi corazón late tan rápido que no sé si van a salirme las palabras...

«Buenos días...».

soy_cristalina