Café de recuerdos

277 18 0
                                    

El día de siempre, en medio de la calle, miro mi reloj. Es el momento, la hora de siempre. En el lugar de siempre, la cafetería de la plaza. Cruzo la calle y entro, pido el café de siempre, dos capuchinos con canela. Me siento en la mesa de siempre, esa que está junto a la ventana, la que tiene más luz, desde la que se ve la fuente y la gente sentada en los bancos, desde la que se ve a los niños jugar... En la silla de siempre, la que está justo de frente a la puerta, desde la que se ve el mostrador, desde la que puedo oler el café recién hecho, desde la que puedo ver quién entra y quién sale… 

Con el café recién hecho entre mis manos, mi mente empieza a viajar… El olor del café me lleva a la primera tarde, esa en la que mis nervios me impidieron ser yo misma, esa tarde en la que me senté por primera vez en esa silla, en esa mesa, en la que tome por primera vez este café…

El ruido de la cafetera me lleva al primer beso… ese que surgió después de varias tardes de café, ese que surgió en la plaza, delante de la fuente, bajo la única luz de una farola que iluminaba no solo nuestras caras, sino también el sentimiento que empezaba a nacer… 

La gente entra y sale, pide su café y se deja llevar como lo he hecho yo… Un momento para desconectar, para dejar nuestra mente volar… Sigo volando entre los recuerdos, entre los momentos… Cada sorbo al café es un recuerdo nuevo… tardes donde la mesa estaba llena de libros y apuntes, desayunos tras noches sin dormir, de besos y confidencias, de caricias y deseo… cafés que venían con sorpresas… miradas que ninguno de los dos quería evitar, tardes de risas… Pero el café me lleva también a tardes difíciles… donde las sospechas se hacían verdades como piedras pesadas, tardes donde el café era la energía tras un día duro… tardes donde el café de siempre en el lugar de siempre se cambiaban por cafés de máquina entre paredes blancas… 

El último sorbo me hace volver a la realidad… Miro al reloj… las luces de la plaza ya están encendidas, tu café, frío, sigue en la mesa, en el lugar donde lo dejé nada más llegar… cerca de la ventana, frente a mi vaso… donde tu deberías estar… pero donde no estás…

Es miércoles, son las siete, llevo una hora sentada en nuestra mesa, en nuestro rincón preferido, bebiendo nuestro café de siempre… y aunque allá donde estés, seguirás compartiendo conmigo cada momento, hoy, y desde hace un año, nada es igual… porque tú ya no estás aquí, compartiendo conmigo el café de media tarde… porque nuestro último café juntos fue en el hospital, la tarde antes de que el cáncer ganara la batalla por la que tú tanto habías luchado, pero nunca será el último café que compartamos… porque solo necesito el café de siempre, a la hora de siempre, en el lugar de siempre, en la mesa de siempre para poder sentirte cerca, sentirte a mi lado y no sentirme sola…

Titxu

Un libro y un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora