Le dio otro sorbo a su Caffè Mocca y volvió a mirar por la ven- tana. ¿Dónde estaba? ¿Por qué no le había mandado ni siquiera un mensaje para avisarla? En momentos así, le encantaría odiarle. Pero ¿a quién iba a engañar? Estaba coladita hasta los huesos, qui- zá más que eso. Sacó su móvil del bolsillo. Nada. Ni un mensaje. Ni una perdida. ¿Y si le había pasado algo? Un accidente de moto quizás, hundió la cabeza entre los brazos.
Realmente era estúpida. ¿Cómo le había podido creer? Le en- cantaría poder llorar, pero no serviría de nada, además, tampoco le quedaba agua en el cuerpo.
Un chico con unas gafas de pasta azules la observaba desde el otro lado de la segunda planta de aquel Starbucks. No era una chica de esas que llamasen la atención; era guapa, sí, pero no de esas que ves por la calle y te giras para volver a verla. Pero tenía algo, algo que le estaba encantando y que no sabía que era. Lleva- ba un rato esperando a alguien que no aparecía. Le gustaría verla sonreír. Le gustaría que una chica así le esperara también toda una tarde mirando por la ventana. Le gustaría aparecer y que, co- mo por arte de magia, ella fuera feliz. Sí, realmente le encantaría aquello. Le encantaría ser la razón de su sonrisa. Se levantó y se sentó en su mesa.
-Hola.
-Hola...
-¿Qué tal?
-Bien...
-¿Sabes? Llevo un rato mirándote, y creo que estás muchas co- sas menos bien... No me conoces de nada, y sé que te sonará raro, pero puedes confiar en mí.
-¿Quieres que te sea sincera? ¿Sí? Pues todo es una mierda. ¡Una mierda! -dijo gritando-. No sé qué hago aquí, esperando a alguien que no va a aparecer, me encantaría irme, desaparecer, poder dejar de pensar en él como una idiota. Me gustaría acabar con este juego que tiene conmigo.
Entonces, sin saber por qué, el chico se levantó, bajó las escaleras y se marchó. Por lo menos se había desahogado un poco con él y le había hecho gracia aquel pequeño encuentro. Pero poco le du- ró aquello; le habría gustado tanto que el que se hubiera sentado frente a ella fuera él, su chico ausente, él, al que tanto quería. Notó cómo las lágrimas se asomaban a sus ojos y un nudo le cerraba el estómago. Estaba harta. Empezó a recoger sus cosas, cuando un camarero le trajo un Muffin.
-Perdona... pero yo no he pedido esto.
-Un chico me dijo que te lo trajera. Ah, y además me dio esto -dijo dándole una nota antes de volver a desaparecer.
No entendía nada, ¿era él? ¿Era su chico? Quizá la estaría es- perando abajo, y ella, tonta, quería irse. Cogió la nota, con el co- razón a mil por hora, y la leyó, casi bebiéndose las palabras. Se levantó, y miró por la ventana. Era él, el chico que se le había acercado antes, el de las gafas de pasta azul, era él el que estaba ahí abajo, sonriéndole. Comenzó a reír. Aquel chico estaba loco. Realmente loco. Pero había sido el único capaz de hacerla sonreír en estos últimos meses.
Bajó corriendo y se situó frente a él bajo la ventana. Le abrazó lo más fuerte que pudo, tan fuerte que sus corazones casi se rozaron. Sonrió.
-Está bien, fuguémonos.
Al fin y al cabo, ella también merecía ser feliz.
Alejandreetta
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Un libro y un café
RomanceUn libro y un café es un libro de microrrelatos organizado por Everest y Starbucks. Es un libro escrito por todos los seguidores de Canciones para Paula y amantes de la literatura juvenil romántica. Descubrirás historias divertidas, inolvidables y l...
