Una tarde, un café y...

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Nunca olvidaré esa tarde.
Era una tarde de verano como cualquier otra. Yo había que- dado con una amiga en Starbucks y, como siempre, ella llegaba tarde. Así que decidí pedir mi chocolate pequeño y me quedé esperando a que me lo prepararan.
Como había mucha gente, decidí esperar sentada hasta que me llamaran. Saqué mi libro del bolso, mi iPod, y empecé a leer, olvidándome de todo lo que había a mi alrededor.
Pasados unos minutos, escuché mi nombre, fui a buscar mi chocolate y volví a sentarme.
Seguí leyendo, y los minutos iban pasando y mi amiga no llega- ba. Me estaba empezando a preocupar.
Y entonces pasó. Ese momento inolvidable ocurrió. Cuando iba por la parte más interesante de mi libro, alguien me lo cogió. Alcé la mirada pensando: «¿¡Quién será el cretino que me lo ha quitado justo ahora!?». Y entonces vi sus ojos verdes, su pelo cas- taño, su perfecta nariz, sus labios finos y su boca sonriente. Nues- tras miradas se cruzaron y olvidé completamente esa sensación de enfado por haberme quitado el libro en la parte más interesante, y olvidé que llevaba ya mucho tiempo esperando a mi amiga, y lo olvidé todo al verlo a él.
En realidad ya le conocía, me sonaba de algo, pero no podía recordar donde le había visto antes. Hasta que vi sus Ray-Ban. ¡En- tonces me vino a la cabeza! Él iba a mi instituto, era inalcanzable para mí ya que iba a un curso más, y solamente hablábamos los viernes por la tarde en la clase de teatro.
No podía creerlo. Él estaba ahí, hablando conmigo. Algo que yo creía imposible. Fue a buscar su Frappuccino y se sentó a mi lado. Yo no me enteraba demasiado de lo que decía, ya que estaba medio embobada mirándole.
Al final, mi amiga no vino y decidí llamarla más tarde.
No paramos de hablar hasta las ocho de la noche. Al salir, me acompañó hasta mi casa y cuando estábamos en la puerta, empecé a jugar con las llaves para que él se diese cuenta de que no quería irme. Y cuando estaba a punto de abrir la puerta e irme, noté cómo alguien me cogía el brazo y me atraía hacia él, y noté cómo sus labios rozaban los míos. Y ocurrió todo muy deprisa pero a la vez me detuve en ese instante eterno. Y entonces todo volvió a su velocidad normal y tuve que irme para no llegar tarde, pero al cerrar la puerta detrás de mí, no pude parar de sonreír.
Subí a mi habitación y lo primero que hice fue coger el teléfo- no y llamar a mi amiga. Se lo conté todo, y después le pregunté por qué no había venido y no me había avisado. Ella me contó que se había cruzado con el chico que le gustaba y se habían que- dado hablando sin darse cuenta de la hora.
Después de hablar durante dos horas, mi móvil empezó a so- nar. Fui corriendo a cogerlo, aunque primero miré la pantalla pa- ra saber quién era. Pero, para mi sorpresa, era un número que no conocía de nada. Lo cogí y escuché una voz muy conocida. ¡Era su voz! Me contó que tenía mi número de móvil porque cuando había ido al baño, había cogido mi móvil y se había hecho una perdida al suyo para tenerlo, llamarme y darme una sorpresa. ¡Y no sabe bien la sorpresa que me dio!
A.

Un libro y un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora