Biología, un café y él

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Coge un mechón de su castaño cabello y juega con él. Luego, suspira y menea la cabeza, haciendo que su recto flequillo se despeine un poco. Esto es algo que ya se ha convertido en una costumbre. Es algo que hace, involuntariamente, cada tarde a las cuatro, cuando se conecta al Tuenti, cuando ve que hay dieciséis personas conectadas, cuando ve conectada a la única que de verdad le interesa. Siempre ocurre lo mismo. Piensa en hablarle, pero teme que no le conteste. Al contrario que otras chicas, ella es más lanzada en persona, porque sabe estudiar cada pequeño gesto al hablar, y eso la tranquiliza... Luego, desiste y sueña con que él sea quien le hable. Al fin y al cabo, ¿por qué debe dar ella siempre el primer paso? Y es cuando, como una completa idiota, suspira con pesar. Finalmente, se despeja de sus ensoñaciones volviendo a la realidad, y quita la mirada de la pantalla para, al menos intentar, centrarse en otras cosas.
A las cinco de la tarde, decide hacer un descanso de estudiar Biología y vuelve a conectarse.
«Biología: te odio. Yo soy de letras. Desaparece con tus órganos y alvéolos, que yo me voy a tomar un café» es la actualización de su estado.
La cafetería se encuentra a unas calles de su casa. Es una buena estudiante, pero solo para lo que quiere. Este mismo año, en cuanto comience cuarto, se cogerá la rama de humanidades sin dudar. Ahora necesita despejarse de tantos bronquios y enfisemas pulmonares... Tiene que reconocer que cuando leyó por primera vez esta enfermedad se planteó seriamente dejar de fumar... pero cuando le preguntó inocentemente a la profesora que si eso podría afectar a las personas que se fumaban un cigarrillo al día, esta se rio en su cara, con lo que quedó resuelto su miedo. Eso sí, menos mal que la profe era enrollada... cualquier otro habría llamado a sus padres para avisar de que su hija de quince años fumaba.
Entra a la cafetería y, una vez que ha pedido su café, se sienta en una mesa al lado de la ventana. Viendo gente pasar se distrae más.
-Yo también necesito dejar un poco de lado el libro de Biología. Llevo toda la semana torturado con él. ¿Puedo sentarme?
No se lo puede creer. Esa voz... Voltea la cabeza y... sí, es él, que la mira con una sonrisa dibujada en su cara. Aunque por dentro está totalmente nerviosa, se muestra segura.
-Claro -contesta devolviéndole la sonrisa, guiñándole un ojo.
-Leí tu estado. Sabía que te encontraría aquí -confiesa, mientras se sienta a su lado y se queda absorto mirando los ojos marrones de la chica.
Increíble. Siempre es ella quien anda detrás de él... y esta vez ha sido él quien ha ido tras ella.
Le vuelve a sonreír, pero esta vez con esa sonrisa que solo ella tiene, con esa sonrisa pícara y divertida.
Parece que esta va a ser su tarde... y todo gracias a Biología, quién lo iba a pensar.

Soe

Un libro y un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora