Jueves 13 de agosto.
Empieza el día. Otra vez. Cojo las llaves del recibidor y salgo por la puerta. Solo espero que nadie me moleste, hoy no es uno de esos días en los que estoy dispuesta a soportar a todos los idiotas de mi curso. Último año de carrera, esto ha dejado de ser una bro- ma. Periodismo. Nos ha tocado hacer un trabajo de investigación por parejas: buscamos un tema y hacemos un reportaje. Suena realmente divertido, además voy con una chica que conocí el pri- mer año, Silvia. Hemos pensado hacer el trabajo sobre Greenpea- ce, ya que una vecina suya coopera con esta oenegé. Nos parece un tema muy interesante; en realidad, tenemos mucho en común.
He quedado con mi mejor amigo Eric en el Starbucks del cen- tro. Hablamos de la universidad y de su coche nuevo, no da tiem- po a mucho más, ya que tengo que ir a casa de Silvia y vive en la otra punta de Madrid. Subo al coche y enciendo la radio, pero como no se lucen mucho, me pongo a rebuscar en mis cedés en un semáforo. Encuentro uno que hacía mucho que no escuchaba: Taylor Swift.
Ray-Ban y más volumen. Hace calor, quizá demasiado, pero no me preocupa. El sonido de la poca batería del móvil no para de molestarme, podría apagarse ya. Perdida entre la combinación de acordes y la melodía perfecta, algo hace ruido en el motor. Paro en seco y tengo suerte, no estoy en mitad de la nada. A mi alre- dedor, casas unifamiliares y un parque con un par de columpios. Bajo del coche y abro el capó, yo no sé nada de esto; lo mejor será llamar al servicio técnico. Rebusco mi móvil en el bolso. Mierda, sin batería.
Tras mucho esperar, empiezo a andar hacia la casa más cerca- na. Número 13. Pulso el botón del telefonillo sin fijarme en el apellido. Segunda vez. Un hombre alto, moreno y con los ojos marrones muy oscuros abre la puerta. Debe de tener mi edad más o menos. Me quedo parada, no sé por qué, a mí no me pasan estas cosas. Le cuento lo que me acaba de pasar y me dice que no hay ningún problema en que use su teléfono fijo, y me hace pasar. Vamos siguiendo un camino de piedras desiguales, abre la puerta y entramos. Es una casa muy acogedora y con una excelente de- coración. Me da el teléfono y me pregunta si quiero tomar algo.
-Un café estaría bien, gracias -respondo yo.
-Enseguida vengo -dice él, desapareciendo por el pasillo.
Le conozco. Estoy más que segura. Ahora tengo que mantener
el control de la situación, siempre lo hago y siempre funciona. En- tonces pasa, ya me acuerdo de quién es. Verano de 2009. Carlos Martínez, no me cabe duda de que es él. Entonces vuelve.
-¿Lucía? -me pregunta mirándome a los ojos.
-¡Carlos! -digo yo esbozando una sonrisa. Él también sonríe. Entonces nadie dice nada más. Simplemente me besa y sonríe.Beforetheforget
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Un libro y un café
RomansaUn libro y un café es un libro de microrrelatos organizado por Everest y Starbucks. Es un libro escrito por todos los seguidores de Canciones para Paula y amantes de la literatura juvenil romántica. Descubrirás historias divertidas, inolvidables y l...