El café

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¿Sabes qué es sentir que uno va a morir solamente al intentar expresar sus sentimientos? Vivo en un mundo donde ella tiene que esperar a que él la invite a salir, pero aun así, sé que vivo en un mundo donde las posibilidades no tienen límites. ¿Por qué renunciar a ello?
Me armé de valor y lo cité en la misma cafetería de siempre. Dicen que las mejores decisiones se toman delante de una comida... igual delante de un buen café también serviría.
Era el día más apropiado, pues hacía un frío intenso en la calle y me aseguraba, al menos, que se lo pensaría dos veces antes de levantarse y salir de allí. La calidez del café caliente me permitiría crear un clima de relajación que no venía mal para afrontar mis nervios.
Aitor llegó puntual, era habitual en él. Más que guapo, es un chico muy atractivo e inteligente sin necesidad de demostrarlo. Convincente y divertido. Para mí, Aitor es especial y nadie más que yo hace falta que lo llegue a entender.
Estar a su lado es desaparecer por completo del mundo. Es minimizarse hasta la última expresión. Es vivir y morir al mismo tiempo, es como detener el tiempo para después perder la cabeza y no poder hacer más que contar los instantes de su ausencia.
Mi llamada no le sorprendió en absoluto, acostumbramos a quedar en aquel café para compartir momentos juntos.
Solamente entrar en el local, sus labios me regalaron una brillante sonrisa, al momento, miró fijamente al camarero exigiéndole su atención inmediata. Besó mis mejillas y se sentó a mi lado. Mi cabeza había ensayado mil y una veces la escena, para asegurarme que no me bloquearía en el peor momento. Aun así, no supe qué decir.
Aitor, mi amigo Aitor, a quien me unía más que una simple amistad, ignoraba cuáles eran realmente mis sentimientos hacia él. Temía que me preguntase algo si notaba mi inquietud. ¿Debía contárselo, aunque pudiese ser el principio de nuestro fin? ¿Tenía derecho a hacerle escoger entre mi amor y mi amistad? Tenía miedo de que saliese de mi vida con paso firme y sin mirar atrás. Pero ¿cuál era mi opción?
El silencio invadió durante unos minutos nuestro rincón en la cafetería. Me sorprendió percibir una mirada de ternura, cogió mi mano, acarició mis dedos y, después de un largo rato, se limitó a decir:
-Tranquila, no hace falta que digas nada. Lo sé. Para mí siempre serás un libro abierto. A veces el amor, en su estado más puro, asusta más que atrae y para mí, eres la viva imagen de la pasión.
Fue entonces cuando contemplé desde nuestro rincón del café un atardecer inolvidable.

Bishi

Un libro y un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora