— ¿Quieres? — pregunto acercando la cuchara con helado, no sé por qué lo soplé antes de que él ingresara la cuchara a mi boca.
— Está rico — disimule la acción anterior.
— El helado no está caliente como para que lo soples — soltó con una sonrisa.
— Me distraigo, me pones pendeja.
— Al menos te pongo — alzó una ceja.
— No te lo voy a negar.
— Tu mamá está algo intensa.
— No quieren nietos ahora, solo es eso.
— Extrañaré ducharme a tu lado.
— Ya se puso en plan Romeo.
— Romeo no quería quitarle la ropa a Julieta o ¿sí?
— Bájale un poco, se me está creciendo.
— Tú y esa polla imaginaria que tienes.
— Ay, qué exasperante.
— A veces te dan unos arrebatos que me asustan.
— Pero cuando son en otro plan te encantan y no te quejas, facilito te dejas dominar.
— Eso es porque aún no me ves activo.
— Creo que el helado no ha ayudado a bajar tu temperatura.
— Nunca te había visto esa cadenita.
— Me la dieron los Belmonte.
— No sé si preocuparme por ese amigo nuevo tuyo.
— Fue un regalo de cumpleaños, y únicamente congeniamos nada más.
— Así empiezan.
— Cambiando el tema, ¿te gustó la manilla que te traje?
— Me encantó, no diré nada más para que no digas que me pongo en plan Romeo y no sé quién más.
— ¿Ahora en el auto podemos darnos besitos?
— Porque preguntas esas cosas.
— Me gusta como suena eso de besitos.
— Eres tierna únicamente cuando quieres.
— ¿Y entonces cuándo más?
— En serio me preocupas.
— No deberías; ¡¿Por qué comes tan lento?!
— Yo no quiero atragantarme con el helado igual que tú.
— No me atraganto con el helado, prefiero otras cosas para eso — repliqué entre risas levantando mis cejas.
— Que interesante, cuéntame más.
— ¡Logan!
— ¿Ahora que?
— Algunas veces te veo y es como... Hum este imbécil es mi novio.
— En serio me preocupo por ti a ratos.
— Termina ya de comer, quiero ir a jugar a los carritos chocones.
— Que niña tan caprichosa — la última palabra hizo desvanecer mi sonrisa.
— No vuelvas a decir algo así, me recuerdas a mi madre diciendo que podría estar contigo solo por capricho.
— ¿Quieres más? — ofreció más helado.
— ¿No estabas enfermo?, Creo que fue mala idea el helado.
— No te escuché — siguió comiendo.
— Imbécil — le di un pequeño golpe en el brazo.
— Tu imbécil.
— Me quejo de las cosas cliché y el romanticismo, contigo hago casi todas esas cosas que no me gusta leer, no me comprendo.
— Somos dos, tampoco te entiendo.
» El último que llegue a los carritos es un huevo podrido — fue lo último que dijo antes de salir corriendo, salí tras él intentando alcanzarlo; pero no lo logré.
No había muchas personas en el lugar, era algo bueno, ya que las filas eran cortas, necesitaba mejorar mi estado físico, llegué casi sin aire.
— Morgan... Necesito agua — Me miró y empezó a reír.
— Parece que hubieras corrido en una maratón.
— Eres un tramposo, le voy a decir a mi mamá que... Algo me inventaré.
— Ahora quién es el que pone quejas.
— Ojalá el carro que te toque no se mueva o se te quede atrancado en una esquina para que no puedas moverte, estaré feliz de chocarte mil veces para que nunca se mueva ni con el más grande intento.
— Salir con niñas pequeñas te ha vuelto aún más una.
— Si hablamos de niñas chiquitas... ¿Dónde está mi biberón? — rete.
— Y yo soy el que lleva siempre la conversación a esas partes del cuerpo.
— No me haces gracias — le dije y este me tomo de la cintura para luego darme un beso, como podía no quererlo — te odio Morgan.
— Yo te odio más Adams.
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Mi mejor tormento ©
Teen FictionMia Adams es una chica de 17 años que cruza su último año en el instituto, su vida pasa a estar fuera de la rutina cuando por negocios sus padres se van de viaje y la dejan con el poco interesante de Logan Morgan. Logan Morgan es el hijo de los mej...