Capítulo 67

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— ¿Quieres? — pregunto acercando la cuchara con helado, no sé por qué lo soplé antes de que él ingresara la cuchara a mi boca

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— ¿Quieres? — pregunto acercando la cuchara con helado, no sé por qué lo soplé antes de que él ingresara la cuchara a mi boca.

— Está rico — disimule la acción anterior.

— El helado no está caliente como para que lo soples — soltó con una sonrisa.

— Me distraigo, me pones pendeja.

— Al menos te pongo — alzó una ceja.

— No te lo voy a negar.

— Tu mamá está algo intensa.

— No quieren nietos ahora, solo es eso.

— Extrañaré ducharme a tu lado.

— Ya se puso en plan Romeo.

— Romeo no quería quitarle la ropa a Julieta o ¿sí?

— Bájale un poco, se me está creciendo.

— Tú y esa polla imaginaria que tienes.

— Ay, qué exasperante.

— A veces te dan unos arrebatos que me asustan.

— Pero cuando son en otro plan te encantan y no te quejas, facilito te dejas dominar.

— Eso es porque aún no me ves activo.

— Creo que el helado no ha ayudado a bajar tu temperatura.

— Nunca te había visto esa cadenita.

— Me la dieron los Belmonte.

— No sé si preocuparme por ese amigo nuevo tuyo.

— Fue un regalo de cumpleaños, y únicamente congeniamos nada más.

— Así empiezan.

— Cambiando el tema, ¿te gustó la manilla que te traje?

— Me encantó, no diré nada más para que no digas que me pongo en plan Romeo y no sé quién más.

— ¿Ahora en el auto podemos darnos besitos?

— Porque preguntas esas cosas.

— Me gusta como suena eso de besitos.

— Eres tierna únicamente cuando quieres.

— ¿Y entonces cuándo más?

— En serio me preocupas.

— No deberías; ¡¿Por qué comes tan lento?!

— Yo no quiero atragantarme con el helado igual que tú.

— No me atraganto con el helado, prefiero otras cosas para eso — repliqué entre risas levantando mis cejas.

— Que interesante, cuéntame más.

— ¡Logan!

— ¿Ahora que?

— Algunas veces te veo y es como... Hum este imbécil es mi novio.

— En serio me preocupo por ti a ratos.

— Termina ya de comer, quiero ir a jugar a los carritos chocones.

— Que niña tan caprichosa — la última palabra hizo desvanecer mi sonrisa.

— No vuelvas a decir algo así, me recuerdas a mi madre diciendo que podría estar contigo solo por capricho.

— ¿Quieres más? — ofreció más helado.

— ¿No estabas enfermo?, Creo que fue mala idea el helado.

— No te escuché — siguió comiendo.

— Imbécil — le di un pequeño golpe en el brazo.

— Tu imbécil.

— Me quejo de las cosas cliché y el romanticismo, contigo hago casi todas esas cosas que no me gusta leer, no me comprendo.

— Somos dos, tampoco te entiendo.

» El último que llegue a los carritos es un huevo podrido — fue lo último que dijo antes de salir corriendo, salí tras él intentando alcanzarlo; pero no lo logré.

No había muchas personas en el lugar, era algo bueno, ya que las filas eran cortas, necesitaba mejorar mi estado físico, llegué casi sin aire.

— Morgan... Necesito agua — Me miró y empezó a reír.

— Parece que hubieras corrido en una maratón.

— Eres un tramposo, le voy a decir a mi mamá que... Algo me inventaré.

— Ahora quién es el que pone quejas.

— Ojalá el carro que te toque no se mueva o se te quede atrancado en una esquina para que no puedas moverte, estaré feliz de chocarte mil veces para que nunca se mueva ni con el más grande intento.

— Salir con niñas pequeñas te ha vuelto aún más una.

— Si hablamos de niñas chiquitas... ¿Dónde está mi biberón? — rete.

— Y yo soy el que lleva siempre la conversación a esas partes del cuerpo.

— No me haces gracias — le dije y este me tomo de la cintura para luego darme un beso, como podía no quererlo — te odio Morgan.

— Yo te odio más Adams.

Mi mejor tormento ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora