Capítulo 25

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La mañana estaba algo fría, supongo que llovió en la madrugada, después de haber llorado me sentí cansada y solo tuve que cerrar mis ojos para caer en un sueño profundo

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La mañana estaba algo fría, supongo que llovió en la madrugada, después de haber llorado me sentí cansada y solo tuve que cerrar mis ojos para caer en un sueño profundo. Desafortunadamente, hoy había clases y como buena alumna iría. Ya me estaba alistando para salir, aún no sé en qué iré, pero me las arreglaré, saldré más temprano.

No desayuné, no tenía hambre, quizás compraría algo en el instituto; ya estaba esperando un bus que me dejara a unas calles del instituto. Tardó unos quince minutos, al subir di el dinero, el señor dijo algo que no entendí, así que asentí y me desplace hacia la parte de atrás.

... 

Lo que no le había entendido al señor era algo importante, por qué cuando indique mi parada no paro, seguí insistiendo, pero no cedió hasta que dijo: — No puedo hacer parada aquí, señorita, se lo avise cuando se subió — prácticamente me tocó rogarle para que hiciera parada y eso que ya llevaba una calle más allá.

— Señor disculpe, es que no le entendí y en serio necesito que haga la parada ya, voy tarde al instituto, he tenido problemas, por favor, ayúdeme — ya estaba yo llorándole al conductor cuando frenó, se lo agradecí y prácticamente baje corriendo del bus; si antes eran unas tres calles las que tenía que caminar ahora eran casi seis. En definitiva, ya iba algo tarde a pesar de haber salido temprano de casa. Faltaban unas cuatro calles hasta que escuché una bocina, era de una moto, reconocía ese sonido.

~ Pii Pii ~

— Sube, te llevo — dijo estacionando a un lado mío.

— ¿Y el casco? — la seguridad ante todo.

— Dame un segundo lo saco, ¿Qué haces por aquí? — preguntó mientras lo sacaba.

— No existe manera más sana de ir al instituto que trotando casi corriendo.

» No tenía quién me llevara al instituto, por tanto, decidí escoger el bus como medio de transporte.

— Mira, póntelo. Sabes que siempre me puedes llamar cuando eso, pase — me lo puse y asegure bien, — súbete — dijo él ya en la moto.

— No quiero molestar — me subí a la motocicleta, ya estaba con mí: — Hola Dios, soy yo de nuevo, creo que hoy no es un buen día para morir.

— Agárrate — no lo dude ni dos segundos porque sabía que iría rápido, y la verdad es que la velocidad y yo no somos buenas amigas.

Para distraerme un poco empecé a contarle la historia de porque estaba corriendo. Jean, no paraba de reírse de mí y pues ahora que lo digo y escucho bien, si suena algo gracioso.

— Me tocó prácticamente llorarle al del bus, eso es triste. Lo que antes eran tres calles pasaron a ser como diez.

— No exageres, además quién te enseña a ti a no lavarte los odios.

— ¿Los qué? — dije riendo, claramente dijo odios envés de oídos.

— Oídos, no te digo que estás algo sorda, ya estamos por llegar.

— Ajá, — agarre mucho más fuertes la parte de su cintura, no quise agarrarle los hombros o brazos por miedo a que por mi culpa perdiera el control de la moto.

Llegamos, esperé a que él guardara las cosas para entrar al instituto, probablemente nos veríamos en el almuerzo o en clases, no lo sé. Nos despedimos, él fue a su salón correspondiente y yo al mío.

Mi mejor tormento ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora