Capítulo 23

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Mia

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Mia

No tenía un lugar fijo a dónde ir, todas estas horas me las pase rondando las calles de la ciudad, no tenía mi móvil ni dinero. Pronto encontré el café donde trabajaba uno de mis amigos, decidí a entrar. Probablemente, no estaba; pero nada perdía preguntando.

Me acerco a la "barra", no sé cómo se llama eso donde preparan los cafés y la comida. En fin es que pregunte si Jean estaba de turno, para mi hermosa suerte no lo estaba, di la gracias a la chica y salí de aquel sitio, ahora tendría que volver a casa sí o sí; no tenía el número de alguien donde pueda quedarme y después de todo esa siempre ha sido mi casa, por lo cual no tendría por qué dejarla e ir a dormir a quien sabe donde.

No puedo aproximar la qué hora era; pero ya estaba un poco oscuro, las calles estaban solas y sentía ganas de comer algo, ya estaba a unas cuadras de la casa. Había recorrido gran parte de la ciudad y mientras eso ocurría trataba de despejar mi mente, creo que algunas personas a mi alrededor pensaron que estaba loca. Lo estaba, pero no mucho, me reía algunos momentos sola y otros simplemente hablaban conmigo misma.

— ¿Estás bien? — preguntaron, seguí caminando como si nada hubiera pasado, no suponía plantearme ahí en la solitaria calle y hablar con un desconocido.

— ¿Estás sola? — Por supuesto que no estaba sola, estaba con Dios y la virgencita — oye, te hablo — no pretendía responder a nada de lo que me dijera, si algo aprendí de pequeña es a no hablar con desconocidos, él era uno.

— Muñeca, ven conmigo — Me estaba siguiendo.

» ¿Qué acaso no hablas? No te haré daño.

No soy una niña de seis años, no caeré en eso de — "te ayudaré, conoceremos unicornios mágicos e iremos a Narnia" —; no soy estúpida. Sé claramente sus intenciones, aunque puede ser que de verdad quiera ayudarme, soy algo paranoica con estas cosas y tiendo a desconfiar mucho de las personas que no conozco, no sé si eso pueda ser bueno o resulte ser todo lo contrario.

— Podría dejar de seguirme.

— No pensé que la incomodaría, señorita, discúlpeme.

— Está bien, que tenga una linda noche, señor — dejó de seguirme. Ojalá así fuera todos, en este caso el hombre era bueno, pero y ¿Si no?, solo quiero ir al punto en que no todas las mujeres andamos por la calle solas queriendo algo con el primer hombre que se nos insinué, no nos vestimos para los hombres, nos vestimos para vernos bien, sentirnos bien con nosotras mismas.

Debo admitir que ya tenía un poco de miedo, así que cuando faltaban ya solo una cuadra y media salí corriendo hacia mi casa, no iría por ahí a que de pronto otro loco hombre me siguiera o que incluso él mismo llegará con más hombres. Creo ser un poco paranoica, pero hoy en día no se puede confiar en cualquiera y las mujeres debemos estar alertas, no todos son así; pero a veces es mejor desconfiar.

Al entrar en casa no se oía nada más que paz y tranquilidad, recogí las cosas que habían quedado en la sala de estar, subí a mi habitación. No tenía la menor idea de dónde había dejado el móvil y no me esforcé en buscar, la verdad es que después de todo nadie nunca me habla, a excepción de Ela, y algunas veces mis otros amigos. Estoy empezando a plantearme si de verdad son mis amigos o solo conocidos, no lo sé.

Hoy ha sido un día algo raro, solo espero que para mañana todo esté bien, empiezo a extrañar a mis padres o por lo menos a mi padre, él sabría cómo hacerme sentir bien.

...

Ahora me encuentro en el suelo, a un lado de la cama llorando. Y que lo de ser sentimental no es lo mío.

Mi mejor tormento ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora