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- ¿C-cómo es que... Tu...? - lo miro con los ojos totalmente abiertos señalando el interior de la caja y con la seguridad de que mi rostro debe estar a nada de explotar del bochorno - pero si... Yo... - estoy tan avergonzado que no puedo ni gesticular una oración coherente.

- Antes de responder a sus dudas, debo de decir - me mira con una sonrisa de lado, como si intentara suprimir su risa - que es la primera vez que lo veo en una crisis así. Su sonrojo le ha llenado todo el rostro, sus orejas y su cuello - no pudo evitar que se le escapara al muy maldito una pequeña risilla.

- Eres... Un... ¡ag! - entierro en mis manos mi rostro con la esperanza de que pueda regresar a la normalidad, lo cual apuesto a que no pasará. Al menos no rápido - ¿cómo lo supiste? - pregunto con voz baja aun escondido - si rompí esa hoja.

Después de ese día, opté por deshacerme de aquella evidencia para evitar que él lo descubriera. Ya después tenía planeado hacerlo de nuevo como un recuerdo, que a pesar de que la idea no me agradara... Sentí que tenía un significado.

Y ahora, ese significado se ha materializado.

- ¿Se refiere a esto? - miro entre mis dedos de re ojo lo que de su saco está sacando - lo rompió, en efecto - desdobla una hoja que se nota que fue reparada mostrando el contenido - mas no lo escondió del todo bien - con una sonrisa de éxito me deja ver lo que yo hace no tanto había dibujado - pero creo que puedo entender su razón.

- Y si lo entendías, ¿por qué lo reparaste?, y aun mayor, lo creaste - un poco más calmado, dejo al descubierto mi rostro para asomarme de nuevo dentro de la caja - ¿lo hiciste para fastidiarme? - a pesar de lo dicho, no lo dije en un tono recriminatorio.

Intento sacar lo que hay dentro, pero quedó en eso, en el intento, ya que Sebastian terminó ayudándome al ver la dificultad que para mi presentaba.

- ¿Fastidiarlo? - cuando deja en mis manos lo que antes estaba en la caja, en ese preciso momento, sentí como en mi interior se creó una enorme tranquilidad - es lo último que le haría. Admito que al ver lo que usted dibujó, quedé sorprendido, pero, si algo puedo estar seguro es que lo hizo por una razón que está fuera de sus posibilidades, y esa razón habita en su interior.

Ante sus sinceras palabras, esa pequeña razón que existe en mi vientre se remueve de una forma tranquilizadora que me contagia y provoca que me abrace al peluche perfectamente hecho por el perfecto mayordomo... No... más bien...

- ¿Qué opina? - me pregunta de una forma que puedo palpar su curiosidad aunque trató de sonar "normal".

- Es... Muy suave - coloco al susodicho en la mesa para observar cada detalle - y se ve mucho mejor en persona. Es... Bonito - y era la verdad.

- Me alegra saber que es de su agrado.

- Solo tengo una queja - a pesar de que siento un poco de calor en las mejillas, lo miro a los ojos - si se supone que es mi cumpleaños, ¿por qué recibo un regalo que no es para mi? Porque es claro para quien es. Ambos lo sabemos.

- Bueno, en parte es cierto - se sienta en el lugar que antes ocupó - quería darle una sorpresa trayendo su imaginación a la realidad. Quizás un regalo de nuestra parte de forma algo adelantada para... nuestro hijo... - tuve que morder la parte interna de mi labio para reprimir el nerviosismo que me causó su expresar - y más si está muy próximo a nacer. Quería que fuera de sus primeros regalos. Uno hecho por los dos.

No sé con certeza si me siento sensible por todo lo anterior o por lo que su sinceridad me ha provocado.

Después de una larga pausa, me digno a hablar:

Hermoso accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora