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- No puedo creer que nos estemos prestando para este numerito... - me quejo con los brazos cruzados mirando a Sebastian que acomoda un traje en la cama.

- Véalo como la firma final de la intervención ganada con la señorita Elizabeth; el pago por su pasividad.

- A pesar de que armó el alboroto de que de haber sabido todo antes, hubiera venido... "más" preparada – suspiro – al menos te salvaste – me dirijo a Brisell quien yace acostada en la cama escuchando la plática - por esta ocasión, de ser arrastrada a ser disfrazada.

- Oh, vamos joven amo. Los trajes no están tan mal. Ella lo pensó en que pudiéramos ocuparlos para la Navidad pasada. Siempre sosteniendo la esperanza de que regresáramos antes de esa fecha. Y ahora que sabe qué hace tres meses atrás Brisell nació, quieres festejarlo, y creo que es un gesto amable de su parte.

- ¿Estás de su lado? – frunzo el ceño.

- No es eso. Lo estoy viendo del lado en que ha sido aceptada por la figura que nos preocupaba, y que requeríamos de su alianza por si es necesario enfrentar a la marquesa Frances.

- Si... supongo que es cierto. Qué remedio.

- En parte me alivia que reconozca a la bebé como hija de ambos.

- ¿Por qué lo dices? – pregunto con voz serena ocultando mi curiosidad.

- Brisell podría mostrar su inconformidad.

- ¿Cómo sabes que eso pudiera ocurrir? Aún es muy chica, podría ser influenciable.

- ¿De verdad cree eso? – me pregunta con escepticismo alzando una ceja - ¿olvida su otra naturaleza?, ¿ha olvidado todo lo que es capaz de hacer y pensar? – cuando estoy por responder, él me interrumpe para proseguir – compruébelo usted mismo. Pregúntele a ella – tanto su porte como su voz me estaban retando.

Antes de dirigirme a quien está en medio de todo esto, me permito analizar la conducta de Sebastian, que a pesar de verse decidido, su actitud fue más a la defensiva. Ofendido si me permito atinar.

- Brisell – me observa con sus profundos ojos azules, llenos de intriga - ¿sabes quiénes son tus padres? – sin demorar a pensar tan siquiera mi pregunta, ella en automático sonrió de oreja a oreja, estirando los brazos a mi dirección, abriendo y cerrando sus pequeños dedos, mas no demoró en cambiar su señalamiento: realizó lo mismo solo que apuntando a Sebastian.

- ¿Ve? – dice con voz victoriosa.

- Brisell – vuelvo a llamarla - ¿recuerdas a Elizabeth?, la que conociste hace un rato – su sonrisa se apagó, dejando una línea recta en su lugar, mirando a Sebastian con preocupación - ¿por qué te está viendo?, ¿acaso le has dicho algo?

- ¿Siempre tengo que ser el culpable de lo que no comprende? – me reprendió ante su defensa - ¿no ha pensado que no sabe cómo responderle? Es muy inteligente, pero todavía no habla, recuérdelo.

Hubiera peleado con él sino fuera porque la bebé está presente. Opto por pasar por alto su imprudencia.

- ¿Qué sugieres entonces?

- Utilizar como ventaja lo que nunca deja quieto: sus manos. Brisell, ¿podrías cerrar tus manos – le muestra con las suyas a lo que se refiere – si NO recuerdas a la señorita Elizabeth, o abrirlos – vuelve a mostrarle – SI la recuerdas?

Así como antes, no demoró a darnos una respuesta siendo dos manos en su esfuerzo de abrirse casi en su totalidad.

- Ya tiene el principio. Continúe con sus preguntas.

Hermoso accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora