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Creía que al quitarnos uno de los pesos más estresantes de nuestros hombros, las cosas estarían mejor, que pudiéramos respirar sin caer en el mismo agotamiento mental que lleva meses absorbiéndonos. Pero no... ha resultado lo opuesto y con cierto ser que se ha unido a convertirse en una espina, en un dolor punzante en la cabeza ante sus, según él, para nada actitudes o conductas humanas ¡Es peor que uno!

- ¿Se puede saber qué te sucede?, ¿ahora?

- No sé a qué se refiere. Estoy perfectamente bien – respondió en un tono demasiado lineal.

- Si es así, míranos – refiriéndome también a Brisell, de ya cuatro meses, al estar sentada apoyada en mi pecho ya que aún no tiene la fuerza para hacerlo por sí sola, o al menos no perfectamente – para ser exactos, a ella.

A pesar de que nos da la espalda por estar arreglando los platos en el carrito de servicio, pude escuchar con claridad su exhalación.

Gira con la elegancia que lo caracteriza, y nos ofrece un gesto facial educado, de servicio, de esos que se coloca cuando trata con visitas y no la de un ambiente en confianza, "íntimo" o privado.

- ¿Necesita algo de más de mí? Todavía tengo deberes por cumplir.

- Desde que Elizabeth se fue, andas raro, más, claro.

- No creo estar como usted sugiere.

Brisell, ajena a esta plática por mantenerse entretenida con lo que sostiene en su mano, en un movimiento hace sacudir el juguete que Elizabeth le ha regalado. Sonaja creo recordar que dijo era el nombre a favor de que emite un sonido cuando se agita.

Ahora lo entiendo.

Sebastian está...

- ¿Estás celoso de Elizabeth? – exclamo sin evitar sonar sorprendido al captar que el gesto que él hizo fue de desagrado, de molestia.

El fruncimiento perceptible en su rostro lo evidenció.

Como no me di cuenta antes...

- ¿Disculpe?

- Claro, estás celoso – ahora lo digo encantado, pero con burla – celoso de que Brisell por fin le sonriera a Elizabeth cuando le dio este juguete, que le gustara. Y más si ella lleva todo un mes esforzándose de que la aceptara, porque en ningún momento pudo tan siquiera sostenerla por llorar en cada una y menos si nunca le mostró otro gesto que no fuera llanto y su semblante de seriedad.

- ¿De dónde saca tanta imaginación?

- Ninguna imaginación. Tu siempre estuviste satisfecho de cada rechazo que le dio, porque en cada una estuviste ahí para calmarla porque ELLA siempre buscó tu protección – sonrío satisfecho al hilar el rompecabezas – no quería a nadie que no fueras tú – pauso un momento – esto es interesante – digo fascinado.

- Creo que está mal interpretando todo a su favor. No siento tal cosa como sugiere, ¿celoso? Por favor, joven amo. No haga teorías ilusionistas. No en mí y en algo que no es cierto.

- Siendo así y aclarado por ti... está bien. Te creo – sigo el juego – y me disculpo por alzarte falsos – al decir esto, él gesticuló una expresión de sorpresa por mis palabras – pasando a otro asunto, hay que dejar todo lo necesario para las atenciones de Brisell. Contaremos con el apoyo de los sirvientes y ante todo de Elizabeth para que puedan cuidarla en nuestra obligada ausencia.

- Espere, ¿qué?, ¿Brisell se quedará? Creí que acordamos que la llevaríamos con nosotros – la serenidad disfrazada se vio revelada por esta pequeña mentira que he tenido que idear para obligarle a admitir lo que ha negado.

Hermoso accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora