15 de Agosto del 2020
Sophia saltó en su lugar, sorprendida de que el timbre de su departamento sonara y retumbara bastante.
Entonces se dio cuenta que era la primera vez que oía ese sonido, pues nunca había ido nadie de sorpresa... Hasta ahora, porque definitivamente ella no había invitado a nadie.
Muy a su pesar tuvo que bajar su libro, lo dejó marcado con lo primero que encontró, un trozo de cartón del empaque de su almuerzo.
Salió de la cama y se calzó con rapidez, tratando de acomodar sus pantuflas mientras caminaba hacia la entrada.
Se puso de puntas de pie para llegar a la mirilla y frunció el ceño. Abrió la puerta y su expresión confundida seguía plasmada en su puerta.
—¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? —cuestionó, alzando una ceja.
Evan y Nathan se rieron por aquella expresión; la cara de su hermana mayor demostraba que aún seguía en cama y no se esperaba para nada que fueran ellos los que la visitaban.
—¡Te extrañabamos! ¿Qué, no podemos venir a verte...? —Nate entró primero, hablando a la vez que Sophia se hacía a un lado para dejarlos pasar.
—Nos dijiste que vinieramos cuando lo necesitaramos... —continuó Evan, siguiendo a su gemelo.
—Lo sé, pero con emergencias. No los veo en una emer–... —se frenó al recordar algo.—¿Mamá sabe que están aquí? ¿Se escaparon? No quiero que se enfade conmigo, si no sabe...
—Soph, ella nos trajo. Le pedimos que nos dejara aquí y se fue a trabajar —le explicó Evan, encogiéndose de hombros.
La muchacha suspiró aliviada, aunque igual planeaba mandarle un mensaje a su madre para saber si era cierto lo que ellos le decían.
Cerró la puerta y caminó hasta el sofá para sentarse con ellos.
—Me gusta cómo quedó todo, se nota que es tuyo —Nathan le dijo sonriendo, con amabilidad.
Una de las cosas favoritas de sus hermanos era que cada uno le demostraba su cariño de forma distinta.
Evan era más de acciones; le costaba un poco expresarse en palabras, era bastante vergonzoso y se pone incómodo con las muestras de afecto porque no sabe bien cómo responder a ellas. Tal vez no le decía muy seguido que la quería (al menos ya no tanto como cuando eran más niños), pero cada vez que la veía, la abrazaba con fuerza. Es el primero en sentarse a su lado cuando va a visitarlos a casa de sus padres y siempre quiere que esté cómoda.
En cambio Nathan era más dulce, mejor con los alagos y sabía qué decir en el momento correcto. No era tan serio como Evan, él no temía expresarse ni verse vulnerable por demostrar como se sentía. Suele pedirle a Sophia que se quede un rato más antes de regresar a su departamento, cada vez justificándose con que le gustaría recuperar el tiempo que no se han visto en ese par de horas que ella está en casa. Siempre supo cómo hacerla sentir mejor, fue preciso eligiendo las palabras para consolarla.
—Gracias, Nate... —le sonrió pequeño.—¿Les gustaría tomar algo? ¿Tienen hambre?
—De hecho, queríamos preguntarte si te gustaría ir al parque con nosotros.
—El día es genial para caminar. Podemos pasar la tarde fuera y luego ir a cenar a algún lugar —Evan terminó la idea de su hermano.
Sophia no estaba muy segura de salir; no tenía cabeza para otra cosa que no fuera todo el problema con Ethan.
Aunque por fuera tratara de verse normal y actuar de forma decente con sus hermanos, seguía pensando en lo que pasaría con su relación.
—No lo sé, realmente tenía pensado quedarme a estudiar... —mintió, torciendo la boca.