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8 de Noviembre del 2017

—Ya no quiero seguir yendo a la psicóloga —Sophia soltó todo el aire en sus pulmones luego de decir aquello.

Su mamá levantó la vista, un poco descolocada, por el repentino comentario de la muchacha.

—Sophie, ya hablamos de esto... —Byron comenzó, soltando el cuchillo, dejándolo sobre la tabla.

—Ustedes hablaron y yo tuve que escucharlos, mientras me repetían la misma historia otra vez —se apoyó en la pequeña encimera.

—Y es porque seguimos creyendo lo que te dijimos; aún no estás lista para dejar las sesiones —Iris le dijo, limpiando sus manos.

—Creo que yo soy la única que puede decidir eso —sonó ofendida.

—En realidad, no lo eres; es la psicóloga quién te evalúa —su mamá alzó las cejas.—Y por lo que nos ha dicho, tú no pones mucho de tu parte.

—Hija, entendemos que hablar sobre todo lo qué pasó es muy difícil, pero nosotros nos esforzamos mucho para poder conseguirte espacio con esta doctora. Todo lo hacemos para que estés bien. Queremos que hables, que le cuentes qué es lo que va mal...

—¡Nada va mal! ¡Todo está bien! —golpeó la mesa con su mano.

—Pues no lo parece, Soph. Estás distinta, ya no nos cuentas nada, no hablas mucho y te la pasas encerrada. Y nos preocupa que sea permanente —Byron le habló con tranquilidad.

—¿Y qué si es permanente? No voy a ser igual toda mi vida. Con lo que me hicieron ayer fue suficiente para darme cuenta de que no me conocen. Si lo hicieran, sabrían lo doloroso que es para mí ver a Ethan, y lo mal que me hace sentir tenerlo cerca mío, viéndome forzada a pretender que todo está superado y a sonreírle... Así que sí, tal vez sea permanente.

Dejó la cocina, dando pasos rápidos hasta llegar a la escalera, para subir esta de dos en dos, sin deslizar su mano por el barandal. Ya con las lágrimas picando sus ojos, sus pies la dirigieron a su cuarto.

El portazo resonó en toda la casa.

Se dio un pequeño golpe en la cabeza con la puerta al apoyarse, tratando de calmar todos los sentimientos que estaban a flote.

Luego arrastró los pies hacia su cama, se quitó el calzado y se dejó caer.

No supo si pasaron minutos o si fueron horas, pero al abrir los ojos, olvidó en dónde estaba.

Su teléfono, en diagonal suyo, bibraba. Lo tomó estirando su mano, leyendo que estaba recibiendo una llamada de Ethan.

Volvió a dejar su teléfono en el lugar, mientras se levantaba en busca del libro que estaba leyendo.

Pasando el dedo por su biblioteca, el aparato volvió a destellar. Así fueron dos veces. Y ella lo vio de reojo, pero de alguna forma quería engañarse a sí misma, para creer que en realidad no vio nada.

El tercer destello la hizo aproximarse a la cama, tomar el teléfono y leer los mensajes sin desbloquear el teléfono, mientras se aproximaba al escritorio a dejar el libro.

«Sé que me estás ignorando, pero por favor responde»

«Necesitamos hablar»

«Ya sé que estás leyendo los mensajes, te vi Sophia»

Con el último frunció el ceño, luego levantó la vista para mirar por la ventana frente al escritorio y vio el auto de Ethan estacionado. El susodicho estaba apoyado sobre una puerta, mirando en dirección del cuarto de la muchacha.

Apoyó su peso en una mano, sobre el escritorio. Ethan volvió a enviarle un mensaje.

«Estoy atrás»

Leyó y, al volver a buscarlo con la mirada, ya no estaba.

Casi gruñó, mientras se encaminaba a buscar abrigo. Se calzó las zapatillas y salió de su cuarto, cerrando la puerta detrás de ella.

Volvió a hacer el mismo recorrido que antes, bajó por las escaleras, fue a la cocina, e ignorando a sus padres, salió por la puerta trasera.

Ethan estaba sentado en uno de los dos pequeños sofá de dos personas que rodeaban una fogata marcada con piedras y leña. Las manos en sus bolsillos y su encogimiento demostraban que tenía frío.

Sophia se dirigió al otro sofá, en el que él no estaba sentado. Esto lo hizo suspirar, pero no dijo nada. No quería comenzar haciéndola enojar.

—¿Ahora ya ni lees los mensajes? —quiso bromear.

—Solo si son de gran importancia —jugo con sus pies.

Mal comienzo. Ethan tragó en seco y ella lo miró, espectante.

—Yo... quiero hablar sobre lo de ayer.

—Olvida lo de ayer —lo interrumpió.—Fue obra de mis padres y no va a volver a pasar. Se que tienes una agenda ocupada y ese tipo de interrupciones no son lo mejor —le restó importancia a todo.

—No es eso, ni siquiera me molestó que me llamaran, Soph. Si es para ayudarte, siempre puedes contar conmigo —se encogió de hombros.—Y es de eso que quiero hablar. De que me alegra que te hayas abierto con tu psicóloga y que ahora se vayan a entender mejor.

—Estoy tratando de dejar las sesiones, ya no las necesito —metió sus manos debajo de sus piernas.

—¿Qué? —frunció el ceño.—Al fin le has dicho qué es lo que te pasa, ¿y vas a dejarlo? —a decir verdad, estaba enfadado.

—¿Tienes algún problema? —se molestó al notar que Ethan demostraba descontento.

—Si, me molesta tu forma de evadir a lo que le aterras, ese es mi problema. Ahora te escapas de la realidad, huyes de lo inevitable. Y antes no eras así.

—Oh, ahora sabes mucho de esto, si claro —se cruzó de brazos.

—Sé mucho sobre ti. Te veo, sé que algunas cosas han cambiado, pero en el fondo la antigua Sophia sigue ahí. Y ya veo lo que pasa; ayer le diste la clave a la Doctora para ayudarte, y ahora tienes miedo de superar esto, tal vez porque te sientes sola, pero sabes perfectamente que no lo estás. Estar sola y apartarse son dos cosas muy distintas. No te castigues por abrirte sobre tus sentimientos. Ese era el objetivo...

—Si, bueno, pues no te incumbe lo que pase o no pase en mis sesiones, y debes olvidar lo que dije, eso era lo que quería que te quede claro. Es la única razón por la que bajé —mintió.—Y ahora ya puedes irte.

Se levantó de su lugar y caminó con rapidez a la casa.

Ethan la miró alejarse, suspirando. Jamás olvidaría lo que Sophia dijo en la sesión; lo ayudó mucho a entender por fin todo lo que ella sentía, y se prometió hacer lo posible para que vuelva la Sophia de antes, y para que vuelva ese "ellos" que tanto extrañaba.

Sophia | Ethan DolanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora