24 de Octubre del 2019
Sophia suspiró mientras Ethan ponía el freno de mano, estacionando frente a la antigua escuela de la muchacha.
—Siendo honesta, ahora no quiero bajar —se rió, aún así sin bromear.
Ethan acercó su mano y la puso sobre el muslo de Sophia, acariciando el interior de su pierna. Ella sintió un escalofrío.
—No sé el motivo, pero estoy seguro que te traerá nostalgia; serán unos minutos, Soph —la miró, con una sonrisa honesta.
A veces Sophía creía que Ethan le tenía lástima cuando recordaban el tiroteo; sentía que su novio la veía indefensa y pequeña, entonces así se sentía.
Tal vez era por el hecho de no haberla podido acompañar luego del mal momento, pero siempre que podía surgir el tema la mirada de Ethan se suavizaba.
—Eth, no quiero que sientas pena por mí —le pidió, cansada de sentirse de ese modo.—No quiero que creas que soy frágil, ni que prefiero llorar a solas cuando vuelve todo sobre ese día; quiero que me ayudes a superarlo, no que me protejas del recuerdo.
Ethan se quedó callado y dejó de mover su mano, sintiéndose tonto por haber subestimado a Sophia. Estaba muy claro que ella era fuerte, pero aún así él sentía que debía cuidarla. Probablemente porque no quería volver a perderla, bajo ninguna circunstancia.
—Yo... —buscó las palabras justas para disculparse.– sigo creyendo que somos los niños de antes. Tenemos 19, pero sigo creyendo que somos los mismos niños de 16 años que eran nuevos e inexpertos en el amor. Y así como a veces es obvio que ya somos prácticamente adultos, a veces lo olvido. A veces caigo en los recuerdos, Soph. Entonces yo... los recuerdos son muy pesados sobre mis hombros. El no haber podido estar contigo me pesa; aunque tú lo hayas perdonado, yo no lo haré. Trato de arreglarlo, pero no es suficiente.
—No te pedí que intentes arreglar algo que no está en tus manos —se inclinó a acariciar el rostro de su novio.—Te estoy pidiendo que no evites mi sufrimiento, porque es algo que tiene que pasar tarde o temprano. Es decir... he guardado lo que sentía por tanto tiempo, que tal vez siga quedando un poco de dolor —hizo un intento de broma, que forzó a Ethan para sonreír.—Te amo, Ethan. No quiero que creas que estoy enfadada ni que debes disculparte, solo lo dije porque tú me ves como si fuera un cachorrito mojado... Y te aseguro que soy mucho más resistente que tú, baboso —se acercó a él y le plantó un beso en la mejilla.
—¡Ah! ¿Quieres hacer una apuesta? —la desafió, mirándola con diversión.
—Creo que por tu historial con las apuestas, no deberías proponerlas, cariño —le guiñó un ojo y abrió la puerta del auto.—Regreso en unos minutos, sólo necesito el comprobante.
Salió del vehículo y comenzó a caminar en dirección a la entrada, pero no alcanzó a caminar más de dos metros, antes de regresarse e ir al lado de la ventana de Ethan. Él la miró confundido, y bajó el vidrio.
—¿Qué sucede? ¿Olvidaste algo? —le preguntó a la muchacha.
—No, yo... ¿te gustaría venir conmigo? Es decir, —relamió sus labios y sonrió.—creí que podríamos dar una vuelta por dentro si tenemos tiempo -se encogió de hombros.
Ethan vio una emoción en el rostro de su novia que no veía desde que había comenzado la universidad. Llegó a creer que algo de esa emoción se le había sido contagiada.
—Por supuesto, suena bien. Vamos —ella dio unos pasos hacia atrás y él abrió su puerta. Salió del auto y lo cerró apretando un simple botón.