1 de Octubre del 2017
Últimamente Sophia llegaba de muy mal humor a su casa luego de la escuela. Y su familia sabía por qué, por eso nunca le reprochaban nada. Entendían lo difícil que podían llegar a ser sus días.
Era el año en el que ella creyó estaría super feliz, un año para aprovechar y hacer todo lo que no había hecho antes. Era su último año escolar, y no había pasado ni un mes del comienzo de clases que determinó que había tenido el peor día de su vida; el día del tiroteo.
Se había jurado que nada, ni el extrañar a Ethan, iban a arruinar ese año. Ahí se dio cuenta de que no todo sale como se lo planea.
Ahora su rutina era la misma, siempre: llegar de la escuela, subir a su cuarto, soltar su mochila a un lado de la puerta, ponerse el pijama y tirarse en la cama en completo silencio hasta que se hiciera la hora para su sesión diaria con la psicóloga.
Pero ese día fue algo distinto, porque en cuánto terminó de tirar su mochila al suelo levantó la vista, encontrando a sus dos hermanos, un poco nerviosos.
—¿Qué hacen ustedes aquí? —ni siquiera los niños pudieron descifrar en qué tono lo dijo.
—Queríamos pasar tiempo contigo...
—Hace mucho no estamos un rato juntos —Evan terminó lo que comenzó su hermano, encogiéndose de hombros.
Sophia suspiró. No es que odiaba la idea, pero ya no estaba acostimbrada a eso. Creía que sus hermanos también se habían olvidado de la vieja costumbre que tenían, dónde (al menos una vez a la semana) luego de la escuela miraban una película, los tres en cama de Sophia.
—No estoy de humor hoy —les hizo una seña para que se levanten y ella pudiera acostarse.
Los gemelos resoplaron, rodeando los ojos.
—¿Solo hoy? —le susurró Nathan a su hermano.
Sophia estaba quitando cosas de su cama, y volteó rápidamente al escuchar a Nate decir aquello.
—¡¿Qué dijeron?! —ambos frenaron en seco, entendiendo que ya no había marcha atrás.
Muy pocas veces han habido peleas entre el par y la muchacha, pero en todas ella les ha demostrado las ventajas de ser la mayor, y que a pesar de ser una y ellos dos, era mucho más fuerte. Claro fueron típicas peleas de hermanos, ya que no han pasado a más de manotazos o una que otra patada.
Nate y Evan voltearon, encontrando a una Sophia frunciendo el ceño, enfadada.
—¿D-de qué hablas? —Evan dio una risita, con la intención de esconder su miedo.
—¿Quién fue? —preguntó con seriedad, ya que sabía que los intimidaría.—PREGUNTÉ CUÁL DE USTEDES LO DIJO —alzó la voz, alternando miradas.
—Fui yo —Nate asumió la culpa rápidamente.
—No, fui yo —se apresuró a decir Evan, cubriendo a su hermano.
—No empiecen con eso —los miró con la ceja alzada.
—Sea quien sea el que lo haya dicho, tuvo razón —Evan se animó a continuar.—Ya nunca estás de humor...
—¿¡Acaso no está en mi derecho!? —resopló ante el planteo de sis hermanos.—¿¡Y a ustedes qué les importa!? ¡Ni siquiera lo entienden!
—No, pero intentamos, porque mamá nos lo dice. Y seguimos sin saber por qué ahora eres así. No podemos pasar tiempo contigo, no podemos escuchar música, no podemos jugar en el patio... —enumeró Nate.
—Todo te molesta, estás super irritable —Sophia estuvo a punto de abalanzarse sobre ellos.
—ESPERA —gritaron ambos al mismo tiempo.
—Tienen 5 segundos para irse de mi cuarto, están vetados —les señaló la puerta.
Comenzaron a escapar, antes de que su hermana cambiara de opinión.
[•••]
—Es que enserio no los entiendo —Sophia rompió el silencio de la habitación.
La Doctora Edwards pestañeó, sorprendida.
—¡Te dignas a hablar! —exclamó.—Pero deberías contármelo de una forma en que te entienda.
La adolecente rodeó los ojos.
—Mis hermanos... Ya sabe, los gemelos —hizo un movimiento con la mano.—Dicen que ahora soy una aguafiestas, básicamente.
—¿Y qué es lo que no entiendes?
—¡Lo que dicen! —golpeó sus piernas con sus manos y luego suspiró.—Yo no soy aguafiestas ni aburrida. Me dicen que he cambiado, y muchas otras estupideces. Por eso digo que no los entiendo —se cruzó de brazos.
—Pues, claramente para ellos si eres así. Mira, no es por juzgarte, pero teniendo en cuenta que en lo que van de las sesiones, a veces pareces una estatua de tan inmovilizada y muda que estás. No sé por qué te cuesta tanto tirar esa imágen; porque, por lo menos para tus hermanos, tu no eras aburrida antes. Deberías empezar a pensar en cómo alejas a todos los que se preocupan por ti, Sophia.
—Tampoco es como que ellos se preocupen tanto —negó arrugando su frente.—Son niños, no entienden los problemas reales.
—Estás subestimándolos, querida. Sólo te molestó que te hayan dicho la verdad...
Sophia se levantó de su asiento un salto.
—No sé para qué me molesto en contárselo, si nisiquiera va a decir algo que me ayude —tomó el bolso que había dejado en el suelo y se lo colgó del hombro.—Ni siquiera sé por qué mis padres le pagan.
Salió dando un portazo, sin voltearse. Al apoyarse en la puerta, cerró los ojos y soltó todo el aire en sus pulmones.
Al menos habló un poco en la sesión, seguro que se lo dirá a sus padres y la dejarán de molestar por unos días.
Subió a su auto, con su madre de piloto, y no habló. Iris no se preocupó por eso; Sophia jamás hablaba después de las sesiones.
Mientras, Sophia seguía preguntándose si enserio sus hermanos extrañaban tanto a su yo antigua. ¿Tanto había cambiado como para que hasta Evan y Nate se lo hicieran ver?
Suspiró y tomó su celular entre las manos, comenzando a buscar a su mejor amigo entre sus mensajes, para contarle el terrible día que estaba teniendo.
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