Capitulo 21: Convivencia

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Dia 10 de expedición
(Primera parte)

La ruta se nos hizo larga, pero decidimos alargarla cinco kilómetros mas. Cuando ya llevas andados veinte kilómetros, cinco kilómetros más no son gran cosa.

Como debíamos racionar la comida, estuvimos buscando plantas suculentas o leñosas de las que extraer zumos que pudiéramos sustituir por algun alimento. Guadalupe mencionaba sin parar el aguamiel del Maguey, pero por mucho que consultábamos las fotos que había imprimido en papel, no conseguiamos distinguir la planta que lo producía en los alrededores del campamento.

Andrés conocía variedades de frutas comestibles provenientes de algunos cactus (Saguaro, Pitaya, Garambullo) y además encontramos varias chumberas silvestres. Hicimos acopio de bastante género, que por supuesto comeríamos con tranquilidad para no acabar con incómodos problemas gastrointestinales.

Ya teníamos bastante con lo que teníamos.

Lo sucedido la noche anterior nos hizo olvidarnos temporalmente de los animales venenosos y depredadores de la selva. Ahora mismo nos daban mas miedo los humanos.

Por eso mismo, acordamos de forma unánime no dejar encendida ni una sola antorcha e imitar a Maria y acostarnos sobre ramas de árboles. Por supuesto, atando nuestras cinturas al tronco por si caíamos inesperadamente al vacío.

Antes de conseguir dormir, pensé en los compañeros que habíamos abandonado esa misma mañana y recé porque siguieran bien. Casi sin pensarlo, busqué entre las sombras a Andrés para darle las gracias por haberme ayudado a escapar de la paliza que nos dieron aquellos desalmados.

Palpé a mi alrededor con cuidado y apoyé mi mano en su espalda. Luego la deslicé despacio hacia su cuello y le di un pequeño toque con el dedo para llamar su atención.

— ¿Estas despierto? — Pregunté, en voz baja.

— Mmmm, si — Se desperezó — ¿Qué ocurre?

— Simplemente quería agradecerte que a noche me sacaras de allí — Dije con sinceridad — Nunca he pasado más miedo en toda mi vida. Gracias por cuidar de mi.

Tomó mi mano y la apartó de su cuello. Después, sentí cómo la besaba con sumo cuidado. Su barba me arañó un poco la piel, pero fue una sensación agradable. Mi corazón se aceleró.

— ¿Y a qué viene tanto toqueteo? ¿quieres agradecermelo metiéndome mano? Yo estoy conforme, pero tenemos público — Dijo susurrando, refiriéndose a Guadalupe.

Como siempre, cada vez que abre esa boquita, salen dragones.

Aparté mi mano de inmediato y le dí un manotazo en el hombro. El soltó una carcajada, pero no dijo nada más.

— Sigue soñando — Contesté, volviendo a ocupar mi espacio original.

El ruido de la selva nos envolvió momentáneamente, para romperse tan solo durante unos instantes y hacerme escuchar más adelante algo un tanto perturbador.

— Contigo.


¿Contigo? Pero qué cosa mas cursi de verdad.

Andrés se estaba marcando un farol. No podía ser de otra manera. Yo sabía perfectamente que no era su prototipo de mujer y conocía de sobra sus antecedenetes. Tenía un ojo espachurrado y parecía una punky, por el amor de Dios. Entonces ¿qué intenciones tenía? ¿amenizar su viaje? No era de fiar. Yo buscaba algo completamente diferente y no quería experimentar con mi corazon precisamente en mitad de una selva, donde para colmo estaba en juego mi vida y la de mis compañeros. Por nada del mundo.

Tenía que hablar con él. Encontraría el momento de ponerlo en su lugar.

Aquel día íbamos caminando en fila india. Conmigo delante, Guadalupe en medio y Andrés al final.

Castigado.

Nos detuvimos para almorzar y mantuvimos una entretenida conversación sobre las leyendas que se contaban a cerca de aquella selva y del templo. En la aldea ya nos habían hecho participes de que había ocurrido una tragedia que finalmente hizo desparecer repentinamente a los nómadas de allí. Cuando por primera vez, y durante un largo período, por fin habían escogido un lugar donde asentarse.

— Me hablaron de algo negro, sucio. Decían "kapotsaui", pero no pude entender bien qué querían decir. Por suerte esta civilización era muy pictórica, y si tenemos suerte, averiguaremos algo de su historia — Contaba Guadalupe.

El resto del día transcurrió sin incidentes. Mientras cenábamos, o más bien intentábamos apaciguar los pinchazos de nuestro estómago retorciéndose de hambre, mi tranquilidad se volatilizó.

Lía, tenemos que hablar.

Miré en dirección a Andrés, que se habia levantado tras pronunciar esas palabras. Me pedía con la mano que lo siguiera. Vaya, se me habia adelantado y me había pillado con la guardia baja. Ahora me sentía acorralada. Qué incómodo ¿no?

— Claro. Voy — Me levanté de la piedra sobre la que estaba sentada — Discúlpanos Guadalupe. Grita con todas tus fuerzas si nos necesitas.

Ella se medio atragantó, pero inclinó la cabeza conforme.

Segui los pasos de Andrés hasta que llegamos a un lugar apartado. Un sitio perfecto para tener un poco de privacidad y poder hablar de nuestros asuntos sin molestar a nadie.

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