Capitulo 46: Feelings

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Dia 25 de expedición

Los mosquitos se alimentaban de nosotros como si fuéramos un exquisito manjar. Dejando marcas redondas y rojizas, por cada centímetro de piel que hallaban expuesta. A ese ritmo, por lo menos, íbamos a adquirir un sistema inmune categoría diamante.

Aquel día Guadalupe se encargaba de transportar a Andrés en la camilla de cañas, mientras yo iba abriendo camino con el machete. Gracias a la influencia que la luna había ejercido en su cuerpo, la historiadora tenía una capacidad de resistencia mayor de lo normal, por lo que habíamos decidido intercambiar nuestros roles.

El veterinario descansaba plácidamente, moviendo la cabeza en un vaivén involuntario en consonancia con los pasos que íbamos dando, sin prestar atención al sendero que trazabamos. Su rostro ya no lucía pálido ni demacrado, e iba recuperando un aspecto cada vez más saludable. Casi me parecía notar que bajo aquellas pestañas espesas, sus ojos se movían mientras soñaba. Eso me tranquilizaba, soñar era un signo de bienestar.

Nos manteníamos alerta. Quedaba poco para llegar a la zona donde anidaba la familia de monos araña que nos atacó cuando nos dirigíamos al templo. Era cierto que no era un especie particularmente agresiva, pero el estado de Andrés podria agravarse al mas minino golpe, por muy fortuito que fuera. Por tanto, habíamos acordado protegerlo por encima de todo. Había que reconocerlo, el canalla se había convertido en una suerte de damisela en apuros. Y jamás permitiríamos que volviesen a hacerle daño.

Por suerte, a diferencia de lo que sucedía en el interior del manglar, allí la comida era más abundante. Se nos notaban los huesos debido a la pérdida de masa muscular y de peso. En la selva podíamos alimentarnos de pequeños mamíferos y recoger frutos silvestres. Eso nos permitiría desenvolvernos con más agilidad y estar más fuertes, para enfrentarnos a lo que aconteciera.

Me encontraba mirando con preocupación hacia la copa de los árboles, por si veía pasar a algun animal o su sombra, cuando Guadalupe llamó mi atención y me pidió que me acercara.

— A noche me hicisteis sentir incómoda — Me transmitió, un tanto avergonzada, cuando llegué hasta ella.

¿Incómoda en qué sentido? La observé con detenimiento.

— Sobre todo este mentecato — Añadió, señalando con un dedo acusatorio hacia la camilla — Por eso he esperado a que se durmiera para decírtelo.

Me hizo gracia. Guadalupe siempre había sido fan acérrima de Andrés y ahora lo tachaba de mentecato.

Mentecato canalla. Sonaba bien.

— Lo lamento mucho Guadalupe —Me disculpé, sin poder ocultar una sonrisa al pensar en el nuevo apodo - Debías estar muy cansada. Tendríamos que haber hablado más bajo.

Su rostro adquirió un tono rojizo.

— No, hombre, no — Aclaró, carraspeando como si le abochornara continuar la conversación — Hablar está chido.

— ¿Entonces? — La animé a explicarse.

— Tal vez no te conté, pero al igual que todavía tengo más fuerza de lo normal, las otras habilidades que me regala la luna también se adormecen lentamente. No desaparecen sin más.

— Ajá — Dije, un poco perdida — ¿Quieres decir que a noche te transformaste parcialmente?

— Algo así — Asintió — Pero el problema no es ese. El problema es que los escuché perfectamente.

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