Capitulo 45: Adulto

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Dia 24 de expedición
(Segunda parte)

— ¿Y por qué crees que os encerraban en el cenote? — Le pregunté a Guadalupe, mientras arrastraba la camilla de Andrés.

Ahora que conocia su secreto, sentia curiosidad por saber lo que pensaba sobre lo que habiamos visto en el templo.

— En luna llena no somos demasiado cordiales con la gente que nos cae mal. No tenemos paciencia — Declaró Guadalupe, mientras utilizaba un machete robado para abrirnos camino por la periferia del manglar.

Pronto volveríamos a estar en la selva.

— Asi que supongo que esa era la mejor manera de evitar problemas de convivencia — Continuó — O tal vez solo apartaban a los más díscolos.

— Yo pienso que igual lo hicieron por cautela. Necesitaban proteger su naturaleza — Me aventuré — Mientras era un pueblo nómada, no creo que les importase demasiado causar daños en las tierras colindantes; pero al establecerse aqui, seguramente se volvieron más cuidadosos.

— ¿Crees que es una maldición o una virtud? — Preguntó Guadalupe, sin siquiera mirarme.

En un primer momento su pregunta me pillo por sorpresa. La verdad es que no sabia que contestar. Yo estaba feliz con mi vida de humana mediocre. No me parecía divertido estar atado a las apetencias de la luna y tener que planificar el dia a dia deacuerdo al calendario lunar.

Sin embargo, dado que la transformación solo ocurría algunos dias al mes, tampoco hacía que fuera algo demasiado molesto. Sería peor tener que aceptar que te vas a transformar de un momento a otro, sin poder anticiparte.

Desde luego, era un don único, algún sentido tendría para que lo hubiera creado la naturaleza ¿No? Mientras la persona receptora fuera capaz de controlar sus impulsos, jamás lo consideraría una maldición. Tenía que ser agradable desinhibirse, hacer nudismo emocional de vez en cuando.

— Una virtud — Contesté finalmente — Aunque supongo que es importante que caiga en buenas manos.

La noté sonreir.

— Efectivamente.

— ¿Qué sientes cuando te ocurre? — Me atreví a preguntar.

Guadalupe siguió caminando delante nuestra.

— Hiperactividad — Escuché que decía — Es como si quisieras correr, oler, comer, hacer cosas todo el rato. Como si no te quedara un minuto que desaprovechar en tu vida. Y percibes el mundo de una manera diferente. Formas, colores, movimiento. Estás alerta y sobreestimulado. No está mal.

La voz reconocible de Andrés se escuchó de fondo.

— Chicas, vuestra conversación es muy extraña. No entiendo nada — Protestó el veterinario a nuestras espaldas.

— Oh, no te preocupes — Le respondí, sin detener nuestro avance — Ya te lo explicaremos. Solo estamos hablando de cómo sienten los animales.

Andrés bufó.

— Oh vamos, soy adulto — Replicó — ¿Creéis que voy a salir huyendo despavorido? Literalmente no me puedo mover de esta camilla y me he cagado encima.

Guadalupe se paró en seco, para girarse un momento a mirar en nuestra dirección con los ojos abiertos como platos. Por mi parte, continué caminando y pasé por su lado, sin decir nada. Lo cierto es que estaba disfrutando de la conversación y prefería no interrumpirlos.

— ¿Es eso cierto? ¿Te cagaste encima? — Quiso averiguar Guadalupe, cuando por fin tuvo a Andrés a su altura.

Andrés iba recuperando fuerzas. Tenía el pelo mas largo que nunca y su piel mostraba una tonalidad morena que le quedaba muy bien. Si no fuera por la cantidad de moratones que cubrían su cuerpo, el golpe de su cabeza y la inflamación que se adivinaba por debajo de la tela de su ropa en alguna de sus extremidades, seguía estando como un tren. Saber que había sobrevivido a una tortura de ese calibre, era digno de respeto y lo envolvía en un aura de admiración.

— No intentes cambiar de tema — Dijo Andrés.

Su voz sonaba a disgusto. Ya sabía que por mucho que suplicase, no íbamos a darle ninguna información. En verdad era entrañable, como un niño pequeño sin su caramelo.

— Me decepcionaste, Andrés — Dijo Guadalupe, simulando estar ofendida — Has incumplido la norma numero uno de un caballero: no cagarse encima ¿Asi como vas a conquistar a Celia?

Pegué un respingo.

— ¡Oye! No me metáis en vuestras discusiones — Dije, deteniéndome momentáneamente.

— Parece que no la conoces, no se puede conquistar. Conquistar significa vencer — Respondió Andrés, ignorando mis palabras — Me arrancaría la cabeza.

Me reí por su comentario.

— Yo solo puedo aspirar a un contrato de co-gobernancia — Continuó explicando el veterinario, con seguridad — Y estoy mas que satisfecho.

— Qué aburrido — Murmuró Guadalupe, volviendo a su posición original al frente de la ruta — Cagándose y co-gobernando ¡Ja!

Volví a sujetar la camilla, riéndome por el diálogo que acababa de escuchar. Era maravilloso poder disfrutar de una atmósfera salpicada de humor, cuando en realidad nos sentíamos cansados y famélicos.

Aquella noche conseguimos adentrarnos por fin en la selva y dormimos sobre un suelo menos húmedo, si es que se podía hacer esa afirmación. En cualquier caso, siempre costaba trabajo descansar cuando lo hacíamos a la interperie. La neblina se adueñaba del ambiente desde mucho antes del amanecer y nos mojaba la cara, estuviésemos o no en el manglar.

Antes de acostarnos, le inyecté lo que me quedaba de medicación analgésica y antiinflamatoria a Andrés. También le ofrecí una de las muchas pastillas antibióticas que habia en la caja que tomé prestada del campamento de encapuchados. Esperaba que siguiera recuperándose y al menos pudiera volver a caminar pronto.

Luego, me recosté junto a él, cara a cara. Acomodándome a la forma de su cuerpo y dándole un beso de buenas noches en la frente.

— Ey — Dijo, sonriendo y arrugando su nariz de una forma irresistible.

Me devolvió el beso.

— Hola co-gobernante — Susurré — ¿Como estas?

Andrés amplió su sonrisa.

— En la gloria. Creo que incluso, puedo mover un poco la mano. Mira.

Lo escuché gemir por el esfuerzo y noté su brazo subiendo desde mi cadera hasta quedar apoyado en mi hombro. Iba quedándose atrancado en los pliegues de la tela de mi ropa, pero lo consiguió.

Esto me alegró muchisimo. No habia sido un movimiento de gran complejidad, pero en su situación era un avance extraordinario.

— ¡Es estupendo! — Lo felicité — Poco a poco te irás recuperando. Ya lo verás.

Lía, gracias por cuidar de mi como lo estas haciendo — Dijo, acariciando suavemente mi cuello con la yema de sus dedos — No lo merezco.

Posé mis manos en su pecho y le robé un par de besos de sus labios.

— Créeme, si lo mereces. Y me gustaria poder hacerlo mejor — Le respondí.

Llevarlo a un hospital, que fuera atendido debidamente por médicos y que estuviera vigilado por enfermeras. Cualquier cosa era mejor que tenerlo alli malherido en la selva, acostado en el suelo y careciendo de los recursos más necesarios.

— No creo que haya nada en el mundo que pudiera sustituir esto. Me gusta así, en tu compañía — Murmuró antes de quedarse dormido.

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