Capitulo 64: Hoja de ruta

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Dia 37 de expedición

Nos despertamos temprano, por lo que cuando llegó la mañana y las ventanas de la habitacion empezaron a filtrar los primeros rayos de luz, ya estábamos bastante espabiladas.

— Vamos Celia, inténtalo — Me animó Guadalupe, que estaba de pié junto a la cama del hotel donde habíamos pasado la noche — Di algo. Lo que sea.

Tras cinco días paralizada, por fin podía abrir los ojos con absoluta normalidad y mantenerme erguida, sin que la fuerza de la gravedad me hiciera caer hacia un lado. Mis movimientos eran todavía muy torpes y por supuesto no podía ni pensar en caminar, pero parecia que la evolución estaba siendo positiva.

— Oooooa — Logré articular, con dificultad.

Me resultaba extremadamente complicado coordinar lo que mi mente deseaba decir, con el movimiento de mis labios. A pesar de emplear grandes dosis de esfuerzo, lo único que conseguía era imitar algo que tristemente recordaba al lenguaje que podría tener un mono.

— ¿Eso ha sido un hola? — Adivinó Guadalupe — Aunque también podria ser diosa. Seguro que has querido llamarme diosa y yo lo respeto.

Reí.

— Bien, vamos a seguir intentándolo. Hay que hacer un poco de ejercicio y empezar a ensayar palabras cortas — Determinó la historiadora, infundiendome ánimos — Mañana puede que no estés lista para caminar, pero entre todos causaremos un gran impacto televisivo.

Luego, hizo una pausa y tomó una de mis manos.

— Iremos a la comisaría a rescatar a nuestros amigos y a prestar declaración. Hablaré con el chófer para que traiga una silla de ruedas ¿Qué te parece?

Asentí, convencida. Estaba deseando poder estar con ellos y con Robin. Tal vez no era el mejor momento para expresarme y dar visibilidad a todo lo sucedido durante la Expedición al territorio Chichimeca, pero ya habían sido demasiados dias sin la compañía de Andrés y de alguna manera había que poner fin a tanta abstiencia.

— ¡Esa es mi Lia! — Exclamó Guadalupe, contenta.

Pasamos la tarde planeando los detalles del encuentro del dia siguiente. Por recomendación del misterioso amigo de Guadalupe, diseñamos una maniobra de distracción, para prevenir cualquier ajuste de cuentas por parte de los furtivos y los taladores ilegales.

Asi pues, acordamos contratar otro chófer, que sería el encargado de llevar el coche que habían estado utilizando hasta la comisaría, protegido por dos escoltas motoristas; paralelamente nosotras iríamos en otro vehículo más modesto, con el chófer de siempre y siguiendo otra ruta alternativa para llegar a la comisaría.

También era importante asegurarse de que algún soplón de la zona filtrara la noticia de su traslado a la prensa local, para contar con la presencia de algunos medios de comunicación.

— Me siento Lara Croft — Declaró Guadalupe, en un momento dado — Esto es más emocionante que cuando tuvimos que enfrentarnos al hombre encapuchado en el templo.

En cierto modo, lo era. En la selva nos habíamos limitado a luchar solos contra la adversidad, puesto que allí primaba el instinto de supervivencia; Sin embargo, en la ciudad era distinto y todo adquiría un enfoque más estratégico, como si en realidad no fuéramos más que personajes de un videojuego.

Por la noche, en el telediario de la cadena local, volvieron a mencionar a los dos extranjeros y a los cuatro indígenas que habían sido arrestados en Guanajuato. Todavía no habían sigo interrogados a la espera de que la embajada de España les proporcionara un abogado. Por suerte, sí que habían recibido asistencia médica.

— No tienen cara de estar pasándolo bien ¿Verdad? — Comentó Guadalupe, cuando mostraron unas imágenes de los detenidos en el calabozo.

En las imágenes, los cuatro indígenas no se apartaban de la puerta y miraban intensamente a otro lado de los barrotes, mientras que Andrés y Raúl permanecían sentados al fondo con una expresión de abatimiento en el rostro.

— Nos neeee-ceitan — Balbuceé, guiñándole el ojo a Guadalupe.

— Si, nos necesitan — Repitió ella — Y nosotras a ellos.









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