Capitulo 43: Salvaje

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Dia 23 de expedición
(Cuarta parte)

Cuando la mayor parte del campamento se congregó en la zona de la cocina para cenar, salté feliz como un cervatillo soltando dinamita en el camino. Era como una versión actualizada y maligna de Hansel, Gretel y sus migas de pan.

La primera la coloqué cerca de la enfermería. Explotó con tanta fuerza que a pesar de la distancia que nos separaba, me hizo caer al suelo. Perdí el oido temporalmente, lo cual provoco que mi mente recobrara la cordura y por un momento pensase que no era tan divertido utilizar ese tipo de bomba.  Pero me quedaban mas, asi que por lo menos debía explotar otra.

La segunda la coloqué entre la cocina y donde se encontraba Guadalupe.

- Vamos pequeñita. Enséñales lo que pasa cuando hacen daño a mi amigo especial y raptan a mi amiga Guadalupe.

Mi intención era sembrar el caos y así sucedió. Con la segunda detonación, los encapuchados se pensaron que los estaban bombardeando. O que de repente se hallaban en una tierra volcánica con géiseres liberando su fuerza al exterior. Salieron corriendo a buscar cobijo en la selva y abandonaron el campamento tan rápido que ni siquiera se molestaron en averiguar qué era lo que realmente ocurría.

Entré en la tienda de Guadalupe con una parsimonia que ni yo misma podía creerme. Por fin podria rescatarla y, de este modo, regresar con Andrés cuanto antes.

— Aqui la bendecida — Me anuncié, antes de entrar.

La tienda estaba vacía, salvo por la presencia de la historiadora. Guadalupe yacía de lado, en suelo, atada de pies y manos; con la boca tapada con una tela. No parecia herida. Sus ojos me miraron con sorpresa.

Me acerqué hasta ella y comencé a desatarle las piernas. A medida que iba desatando los nudos de la cuerda, me di cuenta de que sus pupilas estaban extrañamente dilatadas y su piel había adquirido un tacto áspero ¿la habrían drogado? Me detuve antes de liberarle las manos y le quité la tela de la boca.

— Hola Celia — Dijo, riéndose, feliz.

Supongo que yo también debía sentirme feliz por el reencuentro, pero al contrario de lo previsto, contuve la respiración nada mas escucharla. 

Su voz habia cambiado y se habia vuelto mucho más grave. Y para colmo, sus dientes parecían ocupar tanto espacio en su boca, que hacia claros esfuerzos por tratar de mantenerla cerrada.

Qué...coño...

— ¿Guadalupe? — La llamé, incrédula.

¿En qué diantres se había transformado?

— Si — Respondió ella, mirando hacia la salida de la tienda de campaña, como hipnotizada — ¿No me vas a liberar las manos?

Dudé. Si la soltaba, no sabia lo que ocurriría. No tenia el aspecto haberse convertido en un ser dulce y amoroso. Tenía un aura, cómo decirlo sutilmente, ¿demoníaca?

— ¿Se puede saber qué te ha pasado? — Pregunté directamente.

— Ah — Se rió exageradamente — ¿Esto? — Dijo mirando su propio cuerpo.

Vale, esta era la conversación mas rara de mi vida. Ni con mi perro tenía conversaciones tan raras.

Asentí.

— Es porque hoy hay...¡Luna llena! — Gritó emocionada, igual que haría un niño pequeño viendo su película favorita.

Salté sobre ella y le tapé la boca con la mano, indicándole que bajara la voz. Si nos escuchaban, todo el esfuerzo habría sido en vano. Un sonido gutural que nació de su abdomen y subió hasta su garganta, hizo que me apartara por una especie de acto reflejo.

— Acabas...¿Acabas de gruñirme?

Ella asintió, sonriente, dejando entrever sus puntiagudos colmillos.

— Si, perdona. Cuando hay luna llena...— Se rió — Me vuelvo un poco salvaje.

Las imagenes de las lunas dibujadas en las paredes del templo y el ocenote asaltaron mi mente ¿Acaso era ella una de esas..criaturas representadas por los Chichimecas?

— Pero...— Dije sin comprender nada — ¿Qué eres Guadalupe?

Ella pareció ofenderse por mi pregunta.

— Soy una historiadora especializada en el estudio de civilizaciones prehispánicas... — Comenzó a relatar, como si se estuviera presentando al público, antes de dar una conferencia.

— ¿Sufres esquizofrenia? ¿Eres una especie de mujer lobo o mujer vampiro? — Me atreví a sugerir, haciendo caso omiso a lo ridícula que sonaba esa última idea.

— Me vuelvo más veloz, más fuerte. Tengo pensamientos mas instintivos y menos lógicos — Se detuvo un instante — Es algo asi como que sale mi lado...Animal.

Soltó un gruñido al pronunciar la ultima palabra.

Casi vomito de miedo. Y eso que no tenía nada que vomitar.

Bien, y si aquella pseudoGuadalupe era tan fuerte ¿Por qué no se había liberado ella misma?

— Porque te estaba esperando — Respondió, como si me hubiera escuchado.

Me caí de culo de la impresión. Empecé a arrastrarme hacia la salida de la tienda de campaña, sin dejar de mirarla a los ojos. Ya había tenido suficiente por hoy. Guadalupe y su alter ego ya no estaban amordazadas, podían correr en libertad y sin lugar a dudas gozaban de buena de salud. Mas vale que me marchara a cuidar de Andrés, que por lo que se veía necesitaba mucho más mi ayuda.

— No te preocupes, a vosotros no os haré daño — Aseveró, adoptando un semblante repentinamente serio — Eso si, no te quedes para comprobarlo.

Volvió a estallar a carcajadas.

— Bien, pues...supongo que nos vemos al amanecer — Me despedí.

Ella se levantó e hizo ademán de seguirme, pero finalmente desvió su camino hacia donde se encontraban sus captores escondidos.

Sin olvidarme de su voz ni de sus ojos, escapé de alli rápidamente en dirección a donde había dejado a Andrés. Era mejor centrarme en administrarle la medicación que necesitaba para recuperarse bien.

Llegué sin dificultad al árbol donde lo habia dejado atado, antes de que la noche me impidiese ver. Subí por el tronco y besé al veterinario en la frente. Su piel estaba fría y húmeda. Seguía profundamente dormido.

— Ya estoy de vuelta Andres. Guadalupe está bien, pero hasta mañana no vamos a poder verla — Le expliqué, sin entrar en detalles.

Se ha convertido en un perro rabioso, pero todo okey.

— Te he traído cosas que te van a venir bien.

Le di una pastilla de antibiótico, le inyecté un antiinflamatorio y también un analgésico. Luego me acurruqué junto a el, sin despertarlo, y cerré los ojos disfrutando por fin de la paz de su compañía.

— Te he echado de menos canalla. Gracias por aguantar — Le dije en un susurro.

Entoces, noté su mano, envolviendo la mia, antes de dejarme vencer por el sueño.

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