Capitulo 53: La diosa del lago

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Dia 28 de expedición
(Primera parte)

Naran, Tooko y Raúl iban a la cabeza, abriéndose paso por la selva.

— ¿Qué significa Metztli?

Alcancé a Guadalupe y me puse a caminar a su lado, después de haber pasado toda la mañana pendiente de que Suré e Ikal condujeran bien la camilla de Andrés. Se habían ofrecido a llevarlo durante la jornada, después de atravesar el brazo de agua donde nos los habíamos encontrado, y prefería asegurarme de que no le ocurriera nada malo.

— ¿Donde has escuchado esa palabra? — Preguntó Guadalupe, concentrada en seguir los pasos de los que iban por delante.

— Naran te llamó asi ayer — La informé, intentando seguirle el ritmo.

— Excelente memoria — Observó — Metztli significa Luna.

Estuve a punto de tropezarme.

— ¿Entonces crees que sabe...?

— Claro que lo sabe — Respondió, sin dudar.

— ¿Y cómo crees que lo han averiguado?

— Nos llevan siguiendo durante dias — Dijo Guadalupe.

Luego hizo una pausa.

— Aunque si te soy sincera, creo que ellos también esconden un secreto — Añadió, bajando la voz.

— ¿Crees que son de los tuyos?

— Verás, son de carne y hueso. Por tanto, tendría que haberlos detectado en la selva cuando la luna llena agudizó todos mis sentidos — Explicó con vehemencia — Deben tener la capacidad de ocultarse física y mentalmente de gente como yo. No sé que son, pero no son personas normales.

Tenía sentido.

— ¿Piensas que son peligrosos?

— No me lo parecen, aunque no se qué intenciones tienen conmigo. Quizás sepan más sobre lo que me ocurre, que yo misma.

Aquello me preocupó, hasta un punto en que mi mente se llenó de imágenes donde experimentaban con animales ¿Y si su objetivo era atrapar a Guadalupe y llevársela a quién sabe dónde?

— No permitiremos que te hagan daño — Quise tranquilizarla.

La historiadora se limitó a encogerse de hombros.

— Veremos que nos depara el destino — Dijo, mirando al frente.

Proseguimos el camino sin detenernos, hasta que al caer la tarde el grupo se decidió parar cerca de un pequeño lago. El lago tenía un agua transparente, que en algunas zonas adquiría un ligero tono verdoso debido a los árboles que había en sus orillas. En aquella zona, había un gran número de papagayos, algunos de ellos con alas azules. Los papagayos de alas azules son una variedad muy rara, por lo que éramos unos privilegiados por poder verlos en su ambiente natural.

Los rescatistas se dividieron y mientras dos de ellos se marcharon a recolectar alimentos, los otros se acercaron al lago para cazar peces. Cuando regresaron, hicieron un fuego y nos invitaron a comer. La verdad es que en ese sentido, era una suerte poder contar con su ayuda. Teníamos tanta hambre que ni siquiera pensamos que podían estar deliberadamente envenenándonos.

Nos dimos cuenta de que Suré y Naran habían estado sumergidos en el agua del lago hasta la cintura, sin temor a que los atacara ningún animal. Por tanto, después de haber reposado la comida, Raúl utilizó un par de ramas largas para comprobar que el la profundidad del pequeño lago no había ningún peligro.

— Hora de darnos un baño, chicos — Anunció el periodista, sonriendo.

Cuando confirmamos que no había de qué preocuparse, no tardamos en acercarnos para lavarnos.

Como si fuéramos las personas más decentes del mundo, nos bañamos en camiseta y ropa interior. Era prioritario deshacernos de toda la suciedad que había ido acumulándose sobre nuestra piel a lo largo de la expedición. Fuimos entrando de uno en uno, mientras alguien se quedaba a vigilar desde la orilla por si sucedía algun incidente.

Robin andaba de un lado a otro, inquieto. Odiaba mojarse.

Fue el primer momento de ocio que compartíamos en mucho tiempo y esto nos hizo disfrutar más de la experiencia. Además, la sensación de tener la piel limpia, no tenía parangón. A falta de un champú, acondicionador y secador de pelo, era como si de repente estuviéramos en casa.

Acerqué la camilla de Andrés al agua y luego lo ayudé a levantarse. Su cuerpo pesaba menos y pudimos verlo caminar casi sin dificultad en el interior del lago.

— ¿Sabeis la historia de la diosa del agua? — Preguntó Guadalupe, atrayendo la atención de todos — Los aztecas la llamaban Chalchiuhtlicue. A diferencia de los demas dioses, ella era bondadosa. Cuidaba de los cultivos con el riego de sus aguas y protegía a los bebés en los embarazos por medio del liquido amniótico.

Me salí del agua y me senté sobre una piedra, prestando atención a lo que contaba la historiadora. Robin se sentó mi lado.

— Como podréis presuponer, cuando Chalchiuhtlicue sucumbía a la tristeza, se convertía en un verdadero peligro. Los demás dioses la ofendían a menudo para hacerla llorar y desatar el caos. Ese era el motivo por el que se producían feroces inundaciones ¿Y sabéis que hacía ella para que las personas no murieran ahogadas en sus aguas? Las convertía en peces y se las llevaba a vivir con ella.

Cerré los ojos y me relajé, escuchando la voz de Guadalupe de fondo. La historia de Chalchiuhtlicue era bonita. La diosa transformaba su dolor en amor, aunque para salvar la vida a las personas tuviera que transformarlas en seres acuáticos.

— Te estaba buscando, sirena — Dijo una voz, interrumpiendo mi descanso.

Me sobresalté y vi que Andrés había nadado hasta donde me encontraba. El veterinario tenía el pelo mojado, desordenado y un una amplia sonrisa en su rostro.

— Vengo a decirte que has ganado el premio del concurso de camisetas mojadas — Comentó.

Supe a lo que se refería y me ruboricé. El agua hacía que la ropa se nos adhiriera al cuerpo, acentuando nuestras formas.

Traté de ignorarlo, cerrando los ojos de nuevo. Robin comenzó a mover la cola, contento por su presencia.

— ¿No quieres saber cual es tu premio?

Abrí uno de los ojos y lo miré.

— A no ser que escondas una pizza barbacoa detrás tuya, no me interesa — Respondí, bromeando.

De repente, sentí que una de sus manos agarraba mi muñeca y tiraba de mi, haciéndome caer de nuevo al agua.

Robin se levantó y ladró de forma ensordecedora.

Cuando pude salir a flote para tomar aire, la mano de Andrés todavía sujetaba mi muñeca con firmeza y me atrajo hacia él. Choqué contra su pecho, provocando ondas circulares a nuestro alrededor.

— Voy a mostrarte que hay cosas mejores que una pizza barbacoa — Me informó, con voz grave.







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